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Las colombias de Willian Ospina

Esta noche presentaré en la hermosa librería del Fondo de Cultura Económica...

8 de septiembre de 2011 Por: Julio César Londoño

Esta noche presentaré en la hermosa librería del Fondo de Cultura Económica en Bogotá, el libro ‘Por los países de Colombia’ de William Ospina. Es una reedición del libro publicado por la Universidad Eafit en 2002. La solapa de esta edición tiene un sumario sin firma, pero está escrito con tan buen pulso que debe ser del mismo Ospina: “Aquí están Juan de Castellanos, el autor del poema más ambicioso de la Conquista de América, ‘Elegías de varones ilustres de Indias’; José Asunción Silva, que cambió la respiración de la poesía en nuestra lengua; Barba Jacob, y sus clamores hondos y estremecidos; las luminosas y encantadoras ironías de Luis Carlos López; las endiabladas fiestas con el lenguaje de León de Greiff; prodigios de alquimia verbal de Aurelio Arturo…”.En estas líneas se puede apreciar el tino del autor, su capacidad para resumir en una frase el don de cada autor. Además de los poetas mencionados, el libro trae ensayos sobre Hernando Domínguez Camargo, “que se mueve entre la poesía y la mera y hueca vistosidad verbal”; sobre José Eustasio Rivera, en cuya obra Ospina admira “la precisión de los detalles que nos trasladan a un mundo minucioso y tremendo y nos dejan la sensación de haber visitado a la vez el infierno y el paraíso”. Sobre Juan Manuel Arango, que le recuerda una reflexión de Kant: “La principal diferencia entre elocuencia y poesía consiste en que la elocuencia y la retórica se proponen como un saber pero en realidad discurren como un juego, en tanto que la poesía se propone como un juego y en realidad discurre como un saber”. En el ensayo sobre Raúl Gómez Jattin cita al irónico Chesterton: “Hay poetas que saben encontrar poesía en la aristocracia. Hay poetas mejores que pueden encontrarla hasta en los arrabales y las multitudes, ¡pero hay poetas tan grandes que son capaces de encontrar poesía incluso en su misma familia!”. Sobre Gonzalo Arango: Hablaba muy bien, escribía muy bien, dice Ospina y vuelve a echar mano de Chesterton: “Tal vez no era un poeta pero él mismo era un poema”. En el prólogo el autor se disculpa por no tener ensayos sobre Pombo, Maya, Valencia, Quessep, Jotamario… “Ojalá me hubiera sido dado hablar de todos ellos y de muchos más en este libro: de las serenatas de Julio Flórez, de la perfección de ‘Palemón el Estilita’, de la firme y sensitiva voz de Piedad Bonnett; de la audaz y tierna mirada sobre el mundo de Víctor Gaviria, de los niños ciegos que juegan con el sonido en un poema conmovedor de Juan Manuel Roca, y de los dos jinetes y las dos mulas que el sol inventa en un poema de Horacio Benavides”.La mención de Roca sorprenderá a los que saben que éste y Ospina no se quieren bien, pero demuestra que para el último, la poesía es un oficio muy serio, algo que está por encima de los pequeños asuntos de los hombres. La poesía es la mejor prueba de que somos, pese a todo, una especie civilizada.Estamos ante un libro preciso, porque es hecho por un hombre que tiene todos los poemas y todas las canciones del mundo en su memoria, en su corazón y en su bien entrenada mano. También es un libro precioso porque la crítica literaria no abunda en estas tierras. Se habla mucho de promoción de lectura, de ferias, gestores y talleres y se les olvida un detalle, la crítica literaria. Este olvido es uno de los grandes vacíos de nuestra literatura.