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La ‘constituyente’ de Maduro

El desespero de la dictadura venezolana es patético. Su afán por quitar del camino a la Asamblea Nacional (dominada por la oposición) y negociar sin cortapisas las mayores reservas petroleras del mundo, la están llevando a cometer errores garrafales y desatar la ira de ese “pueblo” al que tanto invoca.

4 de mayo de 2017 Por: Julio César Londoño

El desespero de la dictadura venezolana es patético. Su afán por quitar del camino a la Asamblea Nacional (dominada por la oposición) y negociar sin cortapisas las mayores reservas petroleras del mundo, la están llevando a cometer errores garrafales y desatar la ira de ese “pueblo” al que tanto invoca.

El primer error de este año sucedió el 31 de marzo, cuando el régimen intentó suprimir la Asamblea con un plumazo del Tribunal Supremo de Justicia. La reacción internacional, las manifestaciones populares y la oposición de la Fiscal, obligaron al régimen a reversar la chambonada.

Ahora Maduro insiste. Movido por la presión de los militares, ahítos de oro y prebendas, y por el miedo que mete el coraje suicida del pueblo venezolano volcado a la calle pidiendo su cabeza, vuelve a cargar y propone una “Asamblea Constituyente de 500 constituyentistas”, para usar el adjetivo madurista.

¿Por qué un gobierno chavista convoca a una constituyente, cuyo fin lógico sería modificar la constitución actual, obra del dios Chávez? Para remplazar la asamblea actual. La nueva estaría constituida por 250 diputados elegidos entre líderes de organizaciones de base afectas al régimen: el Psuv, la Milicia Bolivariana, los Clap (comités comunales que controlan la distribución de alimentos), los Colectivos (o Motorizados) y los Ubch, Unidades de Batalla Chavistas. Los otros 250 diputados se elegirían en elecciones abiertas. ¡Lo que significa que con un solo diputado elegido popularmente, el gobierno tendría 251 escaños y el control de la constituyente!

En suma, Maduro pretende vender como “constituyente” una asamblea apenas comunal.

La oposición, claro, rechazó esta nueva payasada de Maduro y llamó al pueblo a continuar en resistencia civil. Y ahí está. Después de 33 días de protestas, el pueblo venezolano no da muestras de fatiga. Se le acabó la paciencia en las filas para comprar un kilo de carne, un litro de aceite, dos barras de jabón, un bleister de ibuprofeno y una libra de harina para arepas, cuando se conseguía. Y la ‘piedra’ creció con las reiteradas maniobras dilatorias del régimen para conculcar derechos democráticos básicos. Y se le rebosó la taza cuando el gobierno empezó a reprimir brutalmente las protestas con la Guardia Nacional y ‘los motorizados’, como se conoce a las bandas de matones civiles que se desplazan en motos de alto cilindraje sembrando terror y muerte entre los manifestantes (cuando Maduro amenaza armar 500.000 civiles “para defender la revolución bolivariana”, no está cañando ni anuncia nada nuevo. Solo advierte que aumentará el pie de fuerza paramilitar).

Por su parte, el régimen, es decir, la cúpula militar que sostiene a Maduro, tampoco está dispuesta a ceder. No puede hacerlo. Entregar la cabeza de Maduro y convocar a elecciones generales, sería un suicidio: perderían por goleada, tendrían que responder por un surtido concierto de delitos gordos y perderían el control de los suculentos negocios de las industrias mineras, petroquímicas, petroleras y gasíferas, amén de la ‘mina’ compuesta por las once megaempresas creadas desde 2013 por mindefensa “para el desarrollo económico de la Fuerza Armada”, un pool de negocios que comprende bancos, transportes, comunicaciones, constructoras, consorcios agropecuarios y suministro de pertrechos ('Militares, el poder detrás de Maduro', El Espectador, pág. 7, 23/04/17).

Conclusión: la guerra civil de un pueblo armado sólo con su coraje contra un ejército mafioso, torpe y paraco, va para largo. No se ve luz al final del túnel (ni túnel).

Sigue en Twitter @JulioCLondono