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La agenda de la investigación

Los historiadores de la ciencia creen que así como el siglo pasado...

23 de agosto de 2012 Por: Julio César Londoño

Los historiadores de la ciencia creen que así como el siglo pasado fue el de la física, este será el de la biología en virtud a las posibilidades que promete el descubrimiento del mapa del genoma (nos han repetido, por ejemplo, que la ingeniería molecular podrá erradicar desde la cuna, quizá antes, muchas enfermedades temibles). Por ahora, la polémica y los trabajos se centran alrededor de la clonación de las células madre por la importancia del proceso en sí y por sus implicaciones éticas.Dado el creciente interés por la ecología y la atención suscitada por el calentamiento global, es fácil anticipar que el papel de los biólogos, meteorólogos y geólogos será cada vez más relevante, y que el flujo de los recursos para sus investigaciones aumentará como aumenta cada día la presión de la opinión y de los índices de salud pública sobre los gobiernos para que firmen los protocolos sobre el medio ambiente y adopten legislaciones proteccionistas. Con todo, los observadores abrigan esperanzas moderadas en este campo.El área de la salud ya está enfrentando un problema derivado de sus propios avances: el envejecimiento de la población, problema especialmente agudo en los países desarrollados, que son al fin de cuentas los que lideran las investigaciones científicas. Esta tendencia hará que la gerontología y la geriatría sean campos de trabajo muy dinámicos en el futuro inmediato, y que los estados tengan que buscar recursos para atender el gran número de enfermedades catastróficas asociadas con la vejez. Es posible que esta situación reverse parcialmente el culto a la juventud que hemos visto en los últimos decenios, que se continúe aumentando la edad de la jubilación y que se reconsidere la oferta de empleo para personas mayores.Pero la física no abandonará el escenario, claro. Jalonada por tres factores concurrentes, la industria de la computación y la tecnología digital tendrán un ritmo aún más frenético que el mostrado hasta ahora. El primer factor es su mismo éxito comercial, que estimula investigaciones e innovaciones que a su vez generan más ventas en un ciclo perfecto de retroalimentación. El segundo factor tiene que ver con el hecho de que los megaproyectos de la ciencia (como el bosón Higgs y las investigaciones genéticas) requieren programas más agudos y equipos cada vez más poderosos. El tercer factor está dado por la relación de la computación con el dinámico mercado de los dispositivos móviles: celulares, portátiles, GPS, tabletas y consolas de juegos electrónicos, esos adminículos que no parecen tener límites. La navegación espacial no levantará cabeza porque no presenta un solo resultado espectacular (la palabrita es inevitable) desde el alunizaje de la nave tripulada Apolo 11 en 1969. Y Seguirá con presupuestos y resultados discretos mientras no ocurra un suceso que acapare la atención del mundo: el establecimiento de una colonia terrícola en Marte, el encuentro con una civilización extraterrestre, una guerra internacional por el control de las transmisiones satelitales o la aproximación de un asteroide gigantesco que amenace con borrarnos del universo. Ninguna potencia está interesada en investigaciones que no produzcan réditos o titulares. Nada, ni siquiera la ciencia, escapa a la obsesión del oro y al imperio del rating.