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Francisco

Llegó el Papa y Bogotá colapsó. No es para menos, es casi una divinidad. O sin el casi.

7 de septiembre de 2017 Por: Julio César Londoño

Llegó el Papa y Bogotá colapsó. No es para menos, es casi una divinidad. O sin el casi.

Llegó con su sotana beige de 33 botones, por la edad de Cristo, con su crucifijo, báculo y anillo de plata, porque le parece muy aletoso el oro, muy concupiscente su brillo, con sus zapatos negros, estilo carramplón, quizá porque considera que bata beige y mocasines Prada rojos configuran una pinta muy ambigua. Y con esa fama de los prelados... Además los negros le combinan con su vieja maleta negra, donde carga un libro de sus autores favoritos (Cervantes, Dostoievski, Holderlin), un breviario, un amuleto, el testamento de su gran amor, Rosa Margherita Vasallo, la abuela italiana que le enseñó el piamontés, y una barbera, tal vez la misma con que afeitó a Borges cuando el minotauro les dictó un seminario de literatura gaucha a los alumnos de Bergoglio, entonces profesor de literatura en un colegio católico de Buenos Aires.

Es una pena que estés muerto, Jorge Luis. Hoy tendrías un título estupendo para crónica: ‘Mi barbero el Papa’.

Además del piamontés, Francisco habla perfectamente el italiano y el alemán, y se defiende en inglés, francés y portugués (aunque todos los cardenales chicanean con su latín, ninguno es capaz de sostener una conversación seria en esa lengua sucinta y declinada).

Para su visita a Colombia exigió papamóviles sin blindaje. Los burleteros dicen que lo hizo para evitar los chistes fáciles contra la fe de los papas, pero hay una explicación más justa y sencilla: su fe está hecha a prueba de misiles.

El Vaticano dice que su visita es pastoral, no política. Esta mentira es un pecado venial. Todas las visitas de Francisco son políticas. Por eso visitó tantos lugares pobres y violentos en Brasa. Y en México. Ciudad Juárez, Chiapas, Ecatepec, Morelia. Por eso incluyó Villavicencio en su gira: los Llanos Orientales han sido el escenario histórico de la guerra en Colombia.

También fue política su elección en el cónclave de 2013: a Roma le preocupa el crecimiento de las iglesias protestantes en Latinoamérica, su principal fortín.

Pablo II dejó un listón muy alto en política y teología. Metió el hombro en la disolución de la Urss y en su corolario más gráfico, la demolición del Muro de Berlín. Dijo que el cielo no era un lugar sino un estado del estado del alma, y clausuró el infierno, ese horno donde se achicharraban las almas de los pecadores, ese tormento eterno que afligía también los corazones de los parientes.

Es muy improbable que Francisco supere la trascendencia de Juan Pablo II, pero está dejando un legado vital con su talante cálido y humano. Los papas son figuras tiesas, como santos de yeso. Francisco es de carne y hueso. Habla mucho de los pobres, como todos los papas, pero hay una diferencia: este predica con el ejemplo de su austeridad.

Siguiendo la indiferencia de la Biblia, que ignora la naturaleza y los animales, los papas apenas han tocado el tema ecológico. Las Escrituras solamente tienen un asno que repite palabras como un loro, otro que es una bestia de carga, una serpiente que induce a Eva al pecado y unos cerdos satánicos que son arrojados al abismo. Después del Génesis, la naturaleza pierde protagonismo y es, cuando reaparece, mero escenario. Francisco es el único que le dedicó al problema ecológico una encíclica completa, Laudato si.

No lanza anatemas contra los divorciados ni maldice a los homosexuales. Por esto, porque se parece más al tolerante Jesús que al irascible Jehová, tiene enemigos furiosos en lo más profundo de la caverna católica.

Sigue en Twitter @JulioCLondono