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El azúcar sí paga

Finalmente, los ingenios están pagando las multas impuestas por la Superintendencia de...

4 de febrero de 2016 Por: Julio César Londoño

Finalmente, los ingenios están pagando las multas impuestas por la Superintendencia de Industria y Comercio. Pagan y los molinos siguen girando. No tuvieron que cerrar ingenios ni despedir trabajadores. Acatan el fallo de la Justicia sin el alboroto de la Revolución de Octubre, cuando hicieron gala de su enorme poder y movilizaron columnistas, senadores, corteros, centrales obreras y medios de comunicación para protestar contra la multa de $324.000 millones que les impuso la SIC. Fue grotesca la parcialidad de RCN, del Grupo Lulle. Se demostró una vez más que si un medio cae en manos de los grupos económicos, queda reducido a un octavo, o menos. La apelación de los azucareros fracasó. No aparecieron por parte alguna “las porquerías” del azúcar importada, quedó en evidencia que era falso que todo se trataba de “una persecución política” (¿les suena familiar?), que el gremio sí controla el precio interno y las importaciones, que el Fondo de Estabilización del Precio del Azúcar es un chiste, que la multa no era desproporcionada frente a los estándares internacionales y que el precio del azúcar en Colombia dobla al precio internacional. “La protección al azúcar que pagan los consumidores colombianos para estabilizar el precio de los productores equivale a $1,7 billones anuales”. (Mincomercio, El Tiempo, octubre 18 de 2015). Si sumamos a esta cifra los $500.000 millones del subsidio al etanol (José Fernando Isaza, El Espectador, octubre 14 de 2015) resulta que los consumidores le regalamos al sufrido gremio de los ingenios $2,2 billones al año. ¡Gajes de la persecución política! Que un gremio que goza de semejantes prebendas, y que fue sorprendido in fraganti, haya pretendido desconocer el fallo de la SIC y liderado una suerte de insurrección civil, es algo que no tiene presentación; solo nombre, cinismo. Pero lo peor es que el establecimiento vallecaucano los haya rodeado y hecho causa común con ellos. En un país acosado por la corrupción, donde todo el mundo maldice los altos índices de impunidad, el día que la Justicia funciona, ¡la sociedad corre a proteger al infractor! Mire: si es tanto el temor que le producen los magnates del azúcar, pase de agache, pero no salga a marchar con ellos. No le luce. La gente puede pensar que usted es un mercenario, como los senadores de ‘la dulce bancada’: Robledo, Paloma, Roy, Velasco, etc. O víctima de la desinformación propalada por los ingenios, como el cortero. O admirador gratuito del poderoso, como cualquier ‘trepa’. La Revolución de Octubre no fue en vano: el precio interno sigue y seguirá alto; los aranceles a la importación de azúcar, por las nubes; la multa tuvo una rebaja de 19% y no habrá sanción social para estos señores. Por el contrario, en el próximo coctel, cuando pase el cacao, esbozaremos nuestra mejor sonrisa y nos ahondaremos en cóncavas venias. Él también sonreirá, pero lo hará con desprecio. Está bien. Nos lo merecemos. Hay que hacer algo. El fulgor del oro nos tiene jodidos. Los empresarios sólo piensan en su negocito. Lo sabe cualquiera y lo repitió Piketty en Cartagena: Colombia es uno de los países más desiguales del mundo. Estamos a las puertas del enorme desafío del posconflicto pero patinamos felices en las babas de la polarización, ¡santismo vs. uribismo, hágame el favor! Todos, cacaos y sindicalistas, senadores y periodistas, pastores y laicos debemos abandonar el cinismo y la pusilanimidad. Quizá no sea demasiado tarde.