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El alcalde, el mimo y el guerrillero

Hasta el más fanático debe reconocer que la administración Ospina ha marcado...

28 de abril de 2011 Por: Julio César Londoño

Hasta el más fanático debe reconocer que la administración Ospina ha marcado un punto de inflexión en la historia reciente de Cali. Algo va de John Maro Rodríguez y Apolinar Salcedo a Jorge Iván Ospina. Claro que era imposible hacerlo peor que semejantes antecesores, pero algo es algo, como dice la sabiduría popular, que nunca yerra porque jamás apunta. Se raja sin embargo esta administración en varios ítems, entre ellos el de la cultura. Como pasa con todos los líderes de los países en desarrollo, para Ospina la cultura es algo secundario. En las urgencias de la política tercermundista, los líderes perciben la cultura como una serie de procesos demasiado lentos, suntuarios y nada “rentables”. Como decía el prócer Juan Carlos Abadía, “los desayunos escolares son más importantes que la orquesta sinfónica”, pero al final no invertía el dinero de la orquesta en desayunos sino en publicidad, esa ruidosa y hueca liturgia contemporánea. Pero me desvío.La Administración Municipal le cercenó al presupuesto de la cultura más de $5.000 millones. Los tomó del impuesto de la estampilla procultura (dineros con destinación específica) y los transfirió a la bolsa del situado fiscal para invertirlos en proyectos de gran rentabilidad electoral, como el estadio, el América, los nuevos jardines de la ciudad, el salsódromo, el festival mundial de salsa y los polémicos guardas cívicos. Si el concepto de cultura es amplio para los sociólogos, para los políticos es infinito.Al Festival Petronio Álvarez le invierten una suma considerable, es cierto, pero a los músicos los hospedan en los hoteles de mala muerte que pululan por los lados de la calle del pecado. Claro, son negros y vienen de minúsculas veredas de la jungla Pacífica. ¡Que se den por bien servidos de que los inviten a la ciudad de don Sebastián de Belalcázar!Por este recorte la Alcaldía eliminó de un tajo 25 eventos de ciudad, algunos tan importantes como el Festival de Percusión Tamborimba, el Festival de Cine de Cali, el de blues y el de danza, y el coro de mil niños de Julián Rodríguez. Aprobó partidas para el Festival de Teatro y para Ajazzgo, es verdad, pero les hicieron recortes dramáticos.Uno puede entender los recortes a la cultura en estos países llenos de afugias, doctor Ospina, pero su displicencia y su soberbia en el trato a los artistas es un sapo difícil de tragar. Cuando el Ejército mató a su padre en Cali el 28 de agosto de 1985, el país se conmocionó. Nunca antes el país político había lamentado tanto la muerte de un guerrillero. Hasta el periódico El Tiempo lamentó la muerte de Iván Marino Ospina, y Enrique Santos Calderón escribió un emotivo y elogioso Contraescape que tituló ‘No era un muerto cualquiera’.Ignoro cómo recordará la historia su gestión al frente de la alcaldía de Cali. Es tan confusa la política ahora que los historiadores van a sudar la gota cuando tengan que hacer sus balances (no sabrán, por ejemplo, si el PIN se infiltró en el Valle, o si el establecimiento vallecaucano se infiltró en el PIN). Lo que sí sé es que entre los artistas su administración será de ingrata memoria. Paradojas de la vida: a su padre, un guerrillero, lo recordamos como una figura heroica. A usted, un humanista, ya lo estamos viendo como un líder difuso en lo moral y arrogante en sus actuaciones.