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Animales domésticos

Al escritor caleño Antonio García Ángel le ha rendido el tiempo. Ha...

9 de febrero de 2017 Por: Julio César Londoño

Al escritor caleño Antonio García Ángel le ha rendido el tiempo. Ha hecho dos carreras por pura alergia al trabajo: Literatura y Comunicación. Bueno, por alergia y porque tiene papá rico; es hijo de Joaquín García, el destacado urólogo y ex colaborador de este periódico (cómo hacen de falta las inteligentes columnas deportivas de Joaquín). Ha escrito dos novelas: Su casa es mi casa y Recursos humanos, ambas con el sello Norma. La segunda la escribió con la tutoría de un peruano que noqueó a Gabriel García Márquez con un derechazo contundente cuando Antonio era un niño. “Esto es por lo que dijiste a Patricia”, dice Gerald Martin que le dijo Mario Vargas Llosa a Gabo en el momento del jab, y agrega con rigor inglés: “Otros testigos aseguran que la frase fue: Esto es por lo que le hiciste a Patricia” (Patricia era la suculenta prima y esposa de Mario, pero dejemos así porque esta es una columna de crítica literaria, no la de Poncho Rentería).Cuando Antonio se reunió con Vargas Llosa cada dos meses durante dos años en varias capitales del mundo gracias a la Beca Rolex, aprendió dos cosas: a sacarle plata a la literatura, como el peruano, y a no escribir en una prosa tan reseca como la del peruano. El lenguaje de Antonio es mucho más ágil, poderoso y, entre líneas, poético (en la prosa, y quizá también en el verso, es conveniente que la poesía no esté en la superficie del texto). También difieren en el relieve de sus criaturas. Hasta cuando hace cuentos, Antonio moldea personajes entrañables. Vargas Llosa, en cambio, no ha cuajado un solo personaje recordable en su larga trayectoria de novelista.Antonio acaba de publicar un libro de cuentos, Animales domésticos. Allí está Bobby, el cuento que le valió ser escogido en el 2007 como uno de los más destacados escritores jóvenes de Latinoamérica en el marco de Bogotá Capital Mundial del Libro. Es una historia sobre las cosas que pueden pasar cuando dos niños juegan con un bebé. Todos los argumentos de este volumen son sencillos (no son historias de ingenio) pero sus desarrollos son hondamente humanos y literarios; están sembrado de minas que estallan con una potencia sabiamente controlada para contarnos la vida con trazos que oscilan entre el cinismo, la ternura y el humor.El cuento que da nombre al volumen, Animales domésticos, es la historia de una señora colombiana que trabaja en una mansión de La Florida. Maneja muy bien las sustancias para limpiar el cuero, las telas, la madera, los metales, los cristales, la fibra de vidrio, los plásticos y las cerámicas de la enorme casa. Tiene un novio cubano y poco agraciado, como ella, al que apenas ve. Cuida un loro, una iguana, las orquídeas y un pez muy bello. Extraña a sus parientes y les gira platica. A veces se ve con otras criadas colombianas. Trabaja duro para no pensar. A veces llora. Pero lo más asombroso es cómo Antonio hace historias felices con elementos tan tristes, cómo mantiene la tensión sin peripecias espectaculares, cómo logran los personajes de sus cuentos alcanzar la complejidad de un personaje de novela. Animales domésticos es un cuento largo, una nouvelle, como decimos los pedantes, y una pieza perfecta del género. Evoca los personajes simples y queribles de Capote, los dramas de los personajes marginales de Tomás González, y la ingenuidad de Felicité, la criada de Un corazón sencillo de Flaubert. ¡Chapeau, Antonio!