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50 a 7

A parte de estas matemáticas leguleyas, yo considero que 50 contra 7 es una votación contundente y saludo con beneplácito la posibilidad de que las minorías del campo tengan en los próximos ocho años representantes en el Congreso.

6 de diciembre de 2017 Por: Julio César Londoño

Hasta los pastores cristianos saben que la gente del campo ha sido la más golpeada por la guerra. Los investigadores han ubicado 16 zonas críticas, entre estas la Costa Pacífica, Tolima, Putumayo, Caquetá, el norte de Antioquia (Urabá), el sur del Meta, de Guaviare, de Córdoba y de Bolívar (Montes de María) y el Catatumbo (Norte de Santander). Pensando en fortalecer su representación política, se incluyó en los acuerdos de La Habana las ‘circunscripciones transitorias especiales de paz’, figura que reservará 16 curules en las elecciones de 2018 y 2022 para ciudadanos de estas regiones que no pertenezcan a las Farc ni a ningún otro partido político.

A los guerreristas la idea no les ha sonado bien nunca. Alegan que las Farc han tenido influencia en esas regiones y que por lo tanto esas curules terminarán en sus manos. A pesar de que las Bacrim y el ELN están activos y armados en varias de estas regiones, los guerreristas insisten en explotar su rentable monstruo, las Farc.

Curiosamente, estos mismos críticos no dijeron ni mu cuando los jefes paramilitares lotearon estas zonas y provocaron resultados electorales tan atípicos en 2002 y 2006 que más de cien parlamentarios (o refundadores de la patria) terminaron tras las rejas y 62 de estos fueron condenados.

Olvidan estos críticos que en la Asamblea Constituyente del 91 el M-19, la izquierda exquisita de la época, alcanzó el 30% de las curules de la corporación, sin que el comunismo se tomara el poder ni el país girara medio grado a la izquierda.

La semana pasada el tema llegó al Bronx de la democracia. Allí, en el Capitolio, los guerreristas (los rojos de Cambio Radical, los azules del Partido Conservador, y los bicolor difuso de Centro Democrático) pronunciaron discursos fuertes contra las curules especiales. Algunos buscaban el pegao de la mermelada, otros iban tras las curules especiales. Los del Centro Democrático centraron sus alegatos en el fantasma del castrochavismo, esa conspiración satánica por medio de la cual el madurismo, una facción miserable que se sostiene con dificultad dentro de sus propias fronteras, exportaría hacia Colombia, fortín neoliberal de Latinoamérica, su arruinado y anacrónico modelo.

En realidad todos estaban más centrados en sus mezquinos cálculos politiqueros y electorales que en el futuro de las regiones donde se juega la paz del país.

Al final los honorables votaron. El resultado fue 50 votos a favor de las curules especiales y 7 en contra (entre estos Merheg, Andrade, Corzo y Vivian Morales). 42 senadores huyeron al momento de la votación. Rojos y azules huyeron de manera rauda pusilánime. Otro tanto hicieron los bicolor. Su estrategia se repite como un ritual pérfido: primero la cantaleta anticomunista, luego la fuga para dinamitar el quórum.

Ahora el gobierno y los guerreristas reclaman la victoria. Los guerreristas dicen que la ponencia de las circunscripciones se hundió porque no alcanzó la mitad de los votos de los 102 senadores. El gobierno dice que la ponencia pasó porque el Senado está conformado por solo 99 miembros (hay tres de la Unidad Nacional que no cuentan porque están tras las rejas) y 50 es más de la mitad de 99.

A parte de estas matemáticas leguleyas, yo considero que 50 contra 7 es una votación contundente y saludo con beneplácito la posibilidad de que las minorías del campo tengan en los próximos ocho años representantes en el Congreso. Es imposible que resulten peores que el congresista promedio actual.

Sigue en Twitter @JulioCLondono