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Ojo a la inflación II

Lo preocupante es que de ese incremento, alimentos y bebidas aportaron un total de 4,26 puntos porcentuales.

11 de mayo de 2022 Por: Juan Esteban Ángel

La creciente inflación que ha golpeado casi la totalidad de las economías del mundo, fruto de las disrupciones producidas por la pandemia, ya prendía las alarmas de lo que sería el 2022 en materia de política monetaria. Anteriormente, en esta misma columna se hacía el llamado a ponerle ojo a la inflación y a lo importante que sería generar políticas más allá de la ortodoxia, que permitieran controlar el incremento de precios y que a la vez no frenaran la reactivación económica. Se escribe fácil, pero el reto es inmenso.

Según el reciente Informe de Política Monetaria del Banco de la República el Emisor estima que el IPC para este año será de 7,1%, muy por encima del 4,3% estimado. El panorama para el 2023 es similar, proyectando que esta termine en un 4,8%, más de un punto por encima del 3,4% que se tenía como objetivo. Solo hasta el año 2024 se contempla que este indicador regrese al rango meta de entre 3% y 4%.

Recientemente el Dane reveló el comportamiento del IPC. Indicó la entidad que la inflación anualizada para abril alcanzó 9,23%, mientras que para el cuarto mes del año fue de 1,25% y en lo corrido de 2022 ha sido de 5,66%. Según el ente estadístico, la variación anualizada es la más alta en 21 años. Lo preocupante es que de ese incremento, alimentos y bebidas aportaron un total de 4,26 puntos porcentuales. En el plano social este panorama es preocupante pues son las personas con menos recursos las más afectadas.

La guerra entre Rusia y Ucrania, el cierre de Shanghai -el principal puerto del mundo- debido al Covid-19, el cual mueve más de 47 millones de contenedores que hoy están detenidos, y las nuevas restricciones del gobierno chino frente al virus, están generando severas tensiones a la cadena mundial de suministros y a los flujos de capital. Los efectos de esta circunstancia se sentirán sin duda y por un tiempo más en el costo de vida.

Recientemente la Reserva Federal de los Estados Unidos, FED, decidió aumentar las tasas en 50 puntos porcentuales, el mayor incremento en 22 años, lo cual se esperaba, pues la inflación está llegando a niveles no vistos hace 40 años en ese país. Esto nos pondría seguramente en un panorama de tasa de cambio al alza, presionando aún más el aumento de los precios en Colombia, pues el costo de las materias primas importadas aumentaría su precio.

El Banco de la República tendrá que continuar interviniendo la tasa de interés para tratar de frenar el aumento de la inflación. Un asunto coyunturalmente complejo ya que aumentar las tasas podría tener impactos negativos en la reactivación económica. Lo más probable es que continúe con este proceso de ajuste de forma gradual y que aumente paulatinamente otros 150 puntos, hasta quedar con una tasa del 7,5% en el 2022.

A este coctel se le agrega un ingrediente clave de este año en la receta de la economía colombiana: la incertidumbre por un proceso electoral como el que se está dando en el país, que podría generar un mayor impacto negativo en el gasto de los consumidores, cambios en las decisiones de inversión extranjera y en la desaceleración del crecimiento económico, entre otros efectos.

Colombia, como otros países, también tiene el desafío de descifrar el rompecabezas de cómo frenar la inflación en medio de este escenario de tormenta perfecta y a la vez seguir impulsando una recuperación económica que se sostenga en el tiempo y más equitativa. Un escenario retador para el mundo y que requiere creatividad y cautela por parte de los estados para poder navegar con éxito sobre esta ola de inflación.

Sigue en Twitter @Juanes_angel