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Educación y conciencia

Entre todos los desafíos y lecciones que nos ha dejado la pandemia, uno de los que requiere atención prioritaria es el de la conducta y la disciplina social.

16 de febrero de 2021 Por: Vicky Perea García

Entre todos los desafíos y lecciones que nos ha dejado la pandemia, uno de los que requiere atención prioritaria es el de la conducta y la disciplina social.

Buena parte de las estrategias de contención del coronavirus se basan en el cuidado que nos demos unos a otros; es decir, dependen de nuestra conciencia y de la responsabilidad que como individuos asumamos respecto a nuestras acciones. Si bien es cierto que todos somos susceptibles al virus, también es cierto que podemos adoptar medidas de cuidado para contener o disminuir la rapidez con la que se expande.
Pero no tengo que repetir aquí las noticias que ya conocemos sobre la indisciplina social y los hechos que nos tienen nuevamente en toques de queda que perjudican a sectores de la economía y sus empleos.

El que a tanta gente le cueste o se niegue a usar el tapabocas, lavarse las manos, respetar el distanciamiento social y más aún, el aislamiento, está relacionado con múltiples factores. La actitud y el comportamiento hacia el autocuidado dependen de determinantes tan diversos y complejos como los hábitos, los estilos de vida, las condiciones laborales, los valores individuales y familiares, así como de un factor pivotal y no coyuntural: la educación.

La educación tiene el potencial de dotar a las personas de capacidades para orientar sus proyectos de vida, hacer frente a crisis, optar a empleos de mejor calidad; en general, para que las familias tengan mejores oportunidades económicas y se disminuya la desigualdad social.
A la vez es la clave para formar mejores ciudadanos, con las herramientas cognitivas y emocionales para tener una mejor convivencia, que facilite la relación entre las personas, que nos lleve a una conducta bajo la comprensión del bienestar colectivo y no solo en el individual.

La pandemia ha evidenciado la necesidad de crear desde la niñez, una conciencia colectiva, una estructura de pensamiento y comportamiento en el que los individuos piensen en construir sociedad, en crecimiento y cuidado compartido para entender que nuestra dinámica como individuos en una sociedad vas más allá de derechos y también comprende deberes.

Con una educación sustentada en valores como la solidaridad y la cooperación, podríamos tener ciudadanos más involucrados con los asuntos públicos, con un interés genuino por ejercer su liderazgo en favor de muchos, transformar nuestra relación con el medio ambiente, pasando del comportamiento consumista al del consumo sostenible que prioriza la preservación de los recursos. Igualmente tener herramientas más sólidas para enfrentar momentos complejos como pandemias, crisis económicas o conflictos, con la fortaleza que da el pensamiento solidario y el trabajo en equipo. Disminuiríamos la discriminación por género, raza u orientación sexual y respetaríamos la posición del otro a pesar de las diferencias. A su vez lograríamos crecer económicamente con mayor equidad, cerrando las puertas a la desigualdad.

A finales de noviembre pasado, el presidente Iván Duque sancionó la Ley de Presupuesto Nacional 2021 con la asignación de recursos más alta para el sector Educación, con $47,3 billones. Es indispensable que en materia educativa se concientice a nuestros niños y jóvenes sobre cómo ser mejores ciudadanos, y lo que implica ser parte de una comunidad con sus compromisos y responsabilidades, para inculcar desde la primera infancia esa conciencia colectiva que nos haga una sociedad mejor.

Sigue en Twitter @Juanes_angel