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Pesadilla en el sueño eterno

Entre las nubes vi un cartel que rezaba: “No me maten ni me dejen morir. A partir de mi muerte comenzará el fin del mundo”.

2 de enero de 2023 Por: Jotamario Arbeláez

Creo -como lo manifestó desde el ancianato antes de fruncir mi maestro Elmo Valencia, el Monje Loco, quien desde un principio me inculcó: “Haz el ridículo, pero hazlo bien hecho”-, que la supe hacer bien a través de la vida, la del alebreste picaflorestas y bebedor de cristales, pero sobre todo la de las letras. Con las yemas de los índices, que dejaron millones de veces sus impresiones digitales sobre las teclas inermes de mis artefactos de escriba. 64 años arañando papeles que derivan en libros. La mayor parte premiados en el país y en el exterior, así como tres veces mi vida desnivelada como ejemplo de juventudes, en España, México y el Valle del Cauca. Poemas que remembran las minucias del barrio y pormenores de la familia, narran viajes aéreos, terrestres, marítimos y lisérgicos, cuentan los altibajos en los romances que solían empezar en
Pero también dando cuenta de lecturas de libelistas para tratar de imitarlos denunciando a los envenenadores del aire, atracadores del bien público y encendedores de hornos crematorios o serruchos eléctricos taladores de troncos humanos, cantándole sin piedad al verdugo de qué se iba a morir, estructurando una estética sin temor a lo feo, predicando el amor como salvatea.

Despierto a media mañana del 24 en mi cabaña-templo en Villa de Leyva, calentado por el sol de todas las religiones, escuchando desde el bosque el gorjear de los pajarracos, sintiendo el discreto latir de los canes Monje y Dina que me celebran, percibiendo que me convocan al desayuno. Y alrededor de la mesa de jugos, chocolates, huevos, panes, arepas y demás mieles, mi mujer Claudia que es una de los regalos persistentes del ancho y ajeno mundo (yo diría que estrecho y mío), mi adorada cuñada Clara, mis hijos Salvador y Salomé, su esposo Jeff Curtis, y mi nieta Emilia, de 28 meses, modulando su saludo español inglés al abuelo ‘Barbitas’.

Me entregué todas las horas de nochebuena, mientras mi familia se iba de celebración donde otros familiares, pues no me sentía en disposición de farra por un dolorcito persistente a la altura de la cintura, a escribir algunas frases de gratitud a la vida, que en reciprocidad a todo lo que escribí contra ella en mis períodos de infortunio, me consolaba con tanta magnificencia.

Saltó a mi corazón Jesucristo, a quien en mis primeros años de nadaísmo había sometido a la guillotina en mi corazón, pero que, persuadido por maestros perfectos a través del espiritismo, pude volver a instaurarlo precisamente en el centro de mi coraza. Donde reina y por los prados de lo terrestre me permite disfrutar por anticipado de las mieles de la promesa. Nada se perdió con ser hombre justo. Así hubiera que chocar con tanto enemigo del ser humano. Estaba comenzando a recibir los presentes trascendentales. El principal mis palabras en los ojos del mundo a través de las inminentes ediciones del FCE, Hiperión y Sial Pigmalión, a partir de la recopilación de Univalle.

Al regreso mi mujer me ungió con un masaje de marihuana que heredó de su madre y me dio un milagroso Voltarén que conjuró el padecer. De todas maneras, y por curiosidad, me dirigí a la Clínica Marly de Chía a que inspeccionaran el origen del incomode. Me sometieron en una atención esmerada a los tacs de rigor, resultando un trombo en un pulmón que de no detectarse me hubiera llevado consigo en un mes, según el reporte.

Muerto del susto por la cercanía del sueño eterno logré conciliar uno efímero, donde me despidieron de beso todos los amores que me dieron el privilegio, e incluso los que se quedaron en turno. Entre las nubes vi un cartel que rezaba: “No me maten ni me dejen morir. A partir de mi muerte comenzará el fin del mundo”. A pesar de que no llevaba mi firma todo el mundo reconocería que es mi estilo. Me despertó el teléfono para informarme Julito con su voz melodiosa que se había dado la noticia de mi deceso. “Ay, jueputa -me dije-, se acabó el mundo”.

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