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Machismo en alza

Del machismo de nuevo en alza son responsables las mujeres, ya no las abuelas de antaño, sino las actuales víctimas refociladas con un lujo bastardo.

27 de agosto de 2018 Por: Jotamario Arbeláez

Remembro esas épocas cuando el machismo era parte de la educación de la casa. El niño debía ser aguerrido y no dejarse de nadie, impetuoso y conquistador, dispuesto a irse a las trompadas a la primera provocación, para no correr el riesgo de ser juzgado como mariqueta, que por aquellos tiempos todavía se consideraba una conducta malsana y un apelativo ofensivo.

Se le estimulaban la insolencia y la grosería, porque con ellas se haría respetar en la futura vida laboral y social. No se le dejaba entrar a la cocina porque “los hombres en la cocina huelen a rila de gallina”, según repetían las abuelas. Los padres se sentían orgullosos con su peleador callejero, así llegara todos los días con un ojo negro y en cambio miraban con sospecha al muchacho al que nunca se le dañaba el peinado. Y cuando comenzó a ir al cine de barrio, a ver las películas mexicanas de quinto patio, dio el toque final a su educación contemplando las bofetadas de los galanes a las actrices que eran sus esposas o amantes, por cualquier desliz comprobado u olfateado, o incluso por alguna respuesta provocadora.

Había que ver las cachetadas rotundas de actores tan decentes como Arturo de Córdoba y David Silva, para no hablar de burdos como Pedro Armendáriz y Wolf Ruvinskis, en rostros perfectos y acicalados como los de María Félix y Miroslava, que iban a dar de culos sobre la cama.

Y para que sus muchachos se hicieran más machos, los padres en su ingenuidad anacrónica los entregaban al ejército a enfrentar guerrilleros, sin prever que si el joven recluta fallaba en alguna fase de los entrenamientos, sería atado de manos, vendado y conducido a un lugar de cautiverio donde sus superiores le darían de puños y patadas, con medias llenas de arena y planazos de machete, le quemarían partes del cuerpo con varas ardientes, le rellenarían las orejas con hormigas cachonas, lo sumergirían en un pozo hasta casi ahogarlo, y finalmente, para volverlo aún más macho, sería pasado por las armas de íntima dotación de los señores suboficiales. Esto sucedió en el año del señor que sabemos de 2006, como a bien tuvimos hacer la fastidiosa reseña, y recién en el 2010 se hizo justicia condenando a 13 suboficiales.

Pero me desvío de mi tema, que era la barbarie amorosa de los hombres con las mujeres, ya no solo en los niveles bajos, donde se dice que campea la ignorancia que trae implícita la brutalidad, sino en los estratos de alto coturno. El súper ejecutivo y el empresario han resultado unos kid pambelés, a veces afectados por la misma sustancia de consumo del campeón.

La diferencia consiste en que las damas de esta franja no acuden a Bienestar Familiar a poner la queja, temerosas de que se vaya a castigar a su protector y proveedor de lujos, sino a sus oscuras gafas de marcas especiales para disimular hematomas y de paso ponerlas más bellas. Prefieren estas muñecas de lujo arriesgar la personal porcelana que someterse a ser abandonadas por su pareja, con el sacrificio que ello puede conllevar, como la pérdida de los hijos y del apoyo económico.

Una de ellas confiesa sin rubor en sus pómulos: “Arrancar sola a esta edad ya no es fácil. ¿Voy a mudarme de apartamento y fregarme para pagar el arriendo? ¿Voy a ponerme a chatear y buscar un novio por Internet?”. Lo que nos remite a tener que aceptar que, para una delicada señora burguesa, una vida regalada bien vale una pela de vez en cuando. Y hasta allí llegan las conquistas feministas y los órganos de prevención y remedio de desastres hogareños.

Sé que por esta conclusión voy a recibir las protestas de personas delicadas, como aquellas que declararon recientemente que no se alegraban de la muerte de ningún ser humano, así los interfectos hubieran sido Hitler, el destripador de Londres o el ‘Mono Jojoy’.

Del machismo de nuevo en alza son responsables las mujeres, ya no las abuelas de antaño, sino las actuales víctimas refociladas con un lujo bastardo.

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