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La novela del Monje Loco

Recién fundado el nadaísmo de Cali en el 59, llegó de Estados...

9 de abril de 2013 Por: Jotamario Arbeláez

Recién fundado el nadaísmo de Cali en el 59, llegó de Estados Unidos como refuerzo el recién graduado ingeniero electrónico Elmo Valencia. Como la que demoró varios años más en llegar fue la electrónica, le tocó aplicar su sabiduría cibernética en la expresión literaria de esa pandilla juvenil de atorrantes. Había andaregueado con los poetas de la generación beatnik, y se había sumergido en la literatura de vanguardia, sobre todo en la novelística de Joyce y en el teatro de Samuel Beckett. En Esquirla, nuestro suplemento literario, publicó unos textos que causaron el deslumbramiento. “¿Qué dios parió este desmesurado monstruo?”, nos escribía Gonzalo Arango. Anunciaba una novela mayúscula de la cual esas colaboraciones eran un adelanto: La ciudad de los gatos. El primer mito de Elmito, a quien el profeta bautizó como Elmonje Loco. No se sabe qué paso con la obra. Dice que la consideró demasiado adelantada para el medio, y se dedicó a escribir por el reverso de las cuartillas unos cuentos más condescendientes con la fantasía y la ternura y a preparar la historia novelada del nadaísmo: Islanada, que se sucede en frente de Tumaco, en el Bajo Hediondo, donde llegaron siete nadaístas, cuatro hombres y tres mujeres, a vivir la utopía, alejados de la civilización, de la lucha por el poder, de la televisión en colores, hasta que terminan devorados por el cerdo que llevaban como mascota y personificaba el sistema. En ese mismo viaje se encontró con el poeta beat Gary Snyder, quien lo inició en el Zen, y regresó con la idea del Nadaísmo Zen, el NZ. El respaldo oriental que necesitábamos para darle consistencia a nuestro rechazo al racionalismo de Occidente. Fue su segundo mito. No progresó como movimiento y quedó archivado como proyecto de sociedad secreta. Y su tercer mito es la novela que desde hace 15 años está escribiendo en Bogotá, El cielo de Paris, nada menos que la continuación de La Ilíada, cuando terminada la guerra de Troya el príncipe raptor de Helena es condenado por Zeus como castigo por causar la ruina de la ciudad de los altos muros, a no morir y a participar en todas las guerras que en la humanidad sucedieran. Hasta que termina en Nueva York tocando el saxofón, y en el Caribe y hasta en Colombia. Viviendo una historia de amor con luctuoso final feliz. Islanada apareció en una edición hace 15 años y ya no se consigue ni un ejemplar. Pero con El cielo de Paris espera el desquite. La obra puede tener sus deslices estructurales, pero, ¿no es acaso la historia del desliz mayor que por un capricho amoroso terminó con las estructuras de un reino? Homero tuvo miles de aedos que se encargaron de pulir su historia, en cambio Elmo no ha contado sino con mi modesto concurso: que pongas este párrafo acá y dale un poco de más oxígeno a este personaje que está débil. Hoy la publica el Grupo Editorial Ibáñez, en edición destinada a llegar a manos amigas antes de que el mundo se acabe. Qué mejor lectura de fin de mundo. Qué fue el nadaísmo sino el diagnóstico de que hace 55 años este mundo estaba condenado a desaparecer, con su arte y su literatura y todos los dioses y las estrellas del cine y el balompié. En profetas del desastre nos erigimos y cantamos eso que veníamos venir en forma de bomba, pero como la humanidad a los profetas poco caso les hace, el mundo sobrevivió, quién sabe hasta cuándo. El hecho es que cumplimos, en el caso de Elmo con esta novela que es su legado. Culminada con todas las luces a sus 86. A ver si Zeus nos concede la inmortalidad que le quitó al otro.

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