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La mancha de los quijotes (1)

Siempre desconfié de los quijotes, esos personajes que de serlo alardeaban, manifestando...

19 de julio de 2011 Por: Jotamario Arbeláez

Siempre desconfié de los quijotes, esos personajes que de serlo alardeaban, manifestando que se habían apuntado a un ideal sabiendo que no triunfarían. Fracasados confesos, románticos perdidos, entregados guerreros -y ni siquiera iluminados por la locura-, eran los personajes con quienes menos que me interesaba corresponder.¡Qué peste! A veces andaban en manada con sus tristes figuras y solían presentarse de la siguiente manera: “Somos unos quijotes y estamos empeñados en un evento en el que queremos que usted colabore. Pero cuídese de cobrarnos, porque somos unos idealistas que trabajamos con las uñas”. Me provocaba preguntarles con las uñas de quien, porque las mías siempre se han mostrado impecables. Corte cuadrado, cutícula respingada, lima suave. No barniz, sólo el brillo de la paciente manicurista. En ello, manirroto, invierto el seductor ingreso de mis artículos. Eran estos seres todo lo contrario de Donqui, quien se mostraba seguro de que -confiado a su Dama, y con el auxilio de su escudero- llegaría a buen puerto. La prueba está en lo que a Panza dice el manchego. “¿Has visto más valeroso caballero que yo en todo lo descubierto de la tierra? ¿Has leído en historias otro que tenga ni haya tenido más brío en acometer, más aliento en el perseverar, más destreza en el herir, ni más maña en el derribar?”. Era nuestro héroe un hombre de armas tomar a quien le salían mal las cosas, porque habitaba otra realidad de la que da cuenta el cronista. Nadie cayó tantas veces que Don Quijote. En las láminas de Doré que ilustran mi edición, figura derribado 18 veces. En el Cap. 4: “Uno de ellos comenzó a dar a nuestro Don Quijote tantos palos, que… lo molió como cibera”. Otro, en el mismo capítulo: “Y no era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo”. En el Cap. 5: “Y con no poco trabajo lo subió sobre su jumento”. OEn el Cap. 8: “El aspa… hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero”. Otro, en el Cap. 8: “Acudió Sancho Panza a socorrerle a todo correr en su asno”. En el Cap. 15: “Los yagüenses,… comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia”. Otro, en el Cap. 15. “Sancho acomodó a Don Quijote sobre el asno y puso de reata a Rociante”. En el Cap. 16: “El lecho, que era un poco endeble y no de firmes fundamentos,… dio consigo en el suelo”. En el Cap. 22: “Solos quedaron jumento y Rocinante, Sancho y Don Quijote”. En el Cap. 43: “Y resbalando de la silla, dieran con él en el suelo, a no quedar colgado del brazo”. En el Cap. 45: “Oh caballero de la Triste Figura, no te de afincamiento la prisión en que vas”. En el Cap. 52: “Con las voces y gemidos de Sancho revivió Don Quijote”. Otro, en la segunda parte, Cap. 22: “Tendiéronle en el suelo y desliáronle, y con todo esto no despertaba”. En el Cap. 29: “Los molineros, que se arrojaron al agua, y los sacaron como peso a entrambos”. En el Cap. 48: “Y no podía ser aquello, y estábase quedo y callado”. En el Cap. 58: “Apártate, hombre del diablo, del camino, que te harán pedazos estos toros”. En el Cap. 64: “Descubriéronle el rostro, y halláronle sin color y trasudando”. Y su última caída, en su cama de muerte, en el Cap. 74: “El cual, entre compasiones y lágrimas, dio su espíritu”. De todas las caídas se paró, con chichones y verduguillos, menos de la postrera, de la que se levantó como personaje inmortal, pero no por sus ideales, porque su compañero, que dellos carecía, igualmente inmortal parado sobre sus polainas quedó, sino gracias a la pluma del manco.

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