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La calvicie quedó atrás

Como la noche, de Jan Valtin. Ha mejorado usted la labor del creador con muchas criaturas, lo que le significa un paso glorioso por este mundo.

3 de enero de 2022 Por: Jotamario Arbeláez

Querido René Rodríguez: después de estos peliagudos meses de pandemia que seguimos esquivando, me permito extender sobre su mesa de operaciones mis cálidos sentimientos de afecto y de gratitud.
Qué mejor que expresar públicamente lo que usted ha significado en los últimos años de mi vida que ya rebasó los 80. Y en la que sigo tan campante como el Johnny Walker Black en mi mano derecha.

Tuve en mi adolescencia y juventud una presencia física agradable coronada por una frondosa mata de pelo que me permitía peinar un copete a lo Elvis Presley, lo que conllevaba el éxito con las chicas. Pero a los 27 años, al mismo tiempo con la ruptura de mi primera pasión idílica, se me empezó a caer el pelo en la sopa y pasados los años llegué a ser prácticamente calvo. Menos mal que mi maestro literario Gonzalo Arango me consolaba diciendo que no me quedaría calvo de genio. No niego que muchos calvos sean agraciados, y entre ellos estaba el consuelo estelar de Yul Brynner. Pero para mí constituyó una tragedia.
Me veía reflejado en mi nuevo actor favorito, Sean Connery, quien a partir del atildado y bien peinado 007, a cada película se le veía más desentejado hasta llegar al 0 absoluto.

No era el que me imaginaba que sería a lo largo de la vida al espejo ni en las fotos ni en los retratos. Pienso que por ello perdí varios amores y parte del amor propio. Una vez que le eché los perros a una de la farándula que me traía loco me contestó con una sonrisa sardónica:
“Primero péinate”. Aunque hay que tener en cuenta que tienen más fama de vigorosos en el catre los alopécicos que los greñudos, de lo que puedo dar fe. Pero para muchas mujeres el sexo entra por los ojos.

Hasta que de una revista de temas sensuales me hicieron la propuesta del siglo: que me dejara hacer un implante de pelo de una eminencia, y escribiera una serie de seis crónicas bimensuales narrando el progreso.
¡Eureka! Me presté para el artilugio. Fue una intervención quirúrgica larga y dolorosa y de sus progresos imperceptibles alcancé a escribir cuatro crónicas, la última cantando derrota. Después de pasar año y medio con gorros y pañoletas.

Y fue entonces cuando apareció usted, doctor René Rodríguez diciéndome: “Permítame, que yo sí lo arreglo”. Y creí en usted. Y en son de cortesía me invitó a su sala de cirugía. Y salí de la casa a las 8 de la mañana como Yul Brinner y regresé a las 8 de la noche como Tony Curtis. No tuve que vivir ni un minuto de expectativa.

Usted me cambió la vida, querido amigo. Me hizo volver en mí. Desde entonces volví a ser el que siempre quise. De eso hace ya quince años.
Tuve que renovar la cédula. Cambiar las imágenes de colaborador en periódicos y revistas. Me sentí de nuevo en mi territorio. Había vencido la calvicie, como antes había vencido la gota, esa dolencia de reyes que me cayó en el barrio Obrero, por la que mi colega de dolencia el poeta Roca me moteó Jotamario.

A la empingorotada presentadora de Tv. que me rechazó con el desabrido comentario me le presenté en los estudios diciéndole: “Ya me peiné. Ahora quiero pasarle el cepillo a usted”. Se dejó. Es más, me hizo un casting. Ahora me hacen más caso que antes porque conservo además la principal cualidad de los calvos. Ya puedo retomar mi novela La frente cubierta por el cabello que suspendí cuando se me empezó a caer. La lluvia no mecanografía sobre mi cráneo ni el sol me tuesta la testa. Mi nieta de un año me hala el pelo y me besa la cabeza.

No podía dejar la carne ni el vino y me asistió el milagro. Hoy puedo decir que fui calvo en mi juventud. Cada vez que alguien me pregunta que cómo hice lo remito a su consultorio. Y luego me colman de albricias.
Tengo noticia de que hay otros dermatólogos exitosos, pero a mí me correspondió usted y puedo dar fe de que es el mejor del mundo. Tengo entre borradores un libro que le será dedicado, y que hace parte de mi novela-río Los días contados, que será seguramente un éxito editorial. Se titulará, para que sonría: La calvicie quedó atrás. Como la noche, de Jan Valtin. Ha mejorado usted la labor del creador con muchas criaturas, lo que le significa un paso glorioso por este mundo.

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