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Después de la guerra

García Márquez me mandó a decir con Guillermo Angulo que ese poema era perfecto, pero que el último verso era una nadaistada. Lo cambié por un tiempo suprimiendo la referencia al miembro perdido. Pues la queja del poema no era a la muerte sino a la amputación. Retorné.

26 de julio de 2021 Por: Jotamario Arbeláez

Era 1964, tenía 23, leía a Paul Éluard, escuchaba a Elvis, me dejaba crecer la barba, empezaba a fumar marihuana Golden, disfrutaba del éxtasis con mi primera mujer Marlén y se creaban las Farc, guerrilla que hace 5 años firmó la paz, lo que significó el enaltecimiento de ese poema que por 40 años había sido mi enseña por el mundo.

Influenciado más por el existencialismo de Éluard que por el marxismo de Neruda, pero sobre todo por la posición crítica del Espíritu Santo de la época, sin ninguna referencia racional en la creación, me sentí transmisor de la voz que viene del más allá señalando fisuras del más acá.

Lo leí con éxito en más de 30 países, la mayoría con secuelas bélicas, USA, Europa, India, China, y Latinoamérica. Lo percibí palabra por palabra en un sueño, me destrabé de mi chica y lo transcribí embelesado en la maquinilla de escribir que me había regalado, se lo mostré, se lo leí, se lo sobé por el cuerpo, le dije que era el producto de nuestro anterior orgasmo, y con ello la engatusé hasta que tomó las de Villadiego hacia N.Y. donde no vine a darle alcance sino 40 años después, cuando fui invitado a leer ese poema en el Consulado.

García Márquez me mandó a decir con Guillermo Angulo que ese poema era perfecto, pero que el último verso era una nadaistada. Lo cambié por un tiempo suprimiendo la referencia al miembro perdido. Pues la queja del poema no era a la muerte sino a la amputación. Retorné.

Haber escrito ese poema antes de los 24 -con los antecedentes de Santa Librada, los inadaptados no te olvidamos Marilyn, el cuerpo de ella, zen y santidad y el profeta en su casa-, me hacía un poetastro de marca mayor. Y hasta me creció el prestigio entre los revolucionarios de salón de la época.

En el único país donde no fui aplaudido fue en Cuba, donde figura grabado en piedra atribuido a John Lennon en un parque dedicado al beatle. Inicié investigaciones, no encontré ninguna canción de John con ese título ni con esas palabras, pero sí algo parecido en la respuesta a una entrevista referente al amor en la guerra, en 1978, y mi versión se había publicado en diferentes medios desde el 65. Una versión cantada en inglés de ese poema, por Angelita, la mujer del profeta Gonzalo Arango, había comenzado a oírse en la BBC, preludio de la llegada de esta pareja, que se frustró por el accidente que se llevó al profeta el 25 de septiembre del 76. Qué tal un beatle de ese tamaño plagiando a un nadaísta tercermundano. ¿Sería una de las ocultas motivaciones de Chapman? Espero que no tenga nada qué ver con los recientes levantamientos en la isla.

Aclaración: Mi poema del 64 es el siguiente: “Un día / después de la guerra / si hay guerra / si después de la guerra hay un día / te tomaré en mis brazos / un día después de la guerra / si hay guerra / si después de la guerra hay un día / si después de la guerra tengo brazos / y te haré con amor el amor / un día después de la guerra / si hay guerra / si después de la guerra hay un día / si después de la guerra hay amor / y si hay con qué hacer el amor”. La versión de Lennon en su entrevista de prensa de 1978, y que a lo mejor lo mejora, es: “Un día después de la guerra, si hay un día después de la guerra, te tomaré en mis brazos y te haré el amor. Si un día después de la guerra tengo brazos. Si un día después de la guerra queda amor”.

Del Perú me preguntan si volvería a escribir el poema igual o con algún cambio. No sé cómo lo parodiaría ahora Lennon. Habría que tener en cuenta que la celebración nacional del triunfo de ese poema, como la firma de la paz en Colombia, se ha visto opacada por los enemigos de la paz, que se propusieron volverla trizas. Unos guerrilleros disidentes retornaron al combate y los que se quedaron están siendo masacrados.
Yo escribiría hoy, imitando la versión de John:

“No hubo un día después de la guerra.

No hubo cómo tenerte en mis brazos.

No hubo forma de hacerte el amor”.

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