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Conferencia médica con fe (2)

Hablaba la semana pasada de mi libro, Paños menores, que ganó un suculento premio venezolano, y es un homenaje a la sastrería de mi padre, en San Nicolás y en el barrio Obrero.

25 de abril de 2017 Por: Jotamario Arbeláez

Hablaba la semana pasada de mi libro, Paños menores, que ganó un suculento premio venezolano, y es un homenaje a la sastrería de mi padre, en San Nicolás y en el barrio Obrero. Lo ganó la edición mexicana, parte del premio fue la edición venezolana, y acaba de aparecer en Quito, en el sello El Ángel editor, a cuyo lanzamiento no pude asistir por encontrarme en líos con las rodillas. Esta última edición la dedico a los camajanes del barrio Obrero, que me enseñaron a soportar pobreza y penurias fumando bareta. Nunca pensé embolsillarme cien mil dólares por una ristra de recuerdos de casa, pura poesía urbana ya que nunca fui bueno para la pastoril, pero creo que está llegando el momento.

He observado con admiración reverente que este sacro evento de los médicos dedicado a todas las disciplinas de la cultura se ha convertido en plataforma de lanzamiento de candidatos presidenciales. Ayer tuvimos oportunidad de escuchar a dos, al exalcalde de Medellín y a la exsenadora. El problema no es querer ser Presidente sino terminar siéndolo. Por más cosas buenas que haga siempre habrá unas peores por qué responder. Como buen hijo de sastre, no doy puntada sin dedal; de modo que aprovecho esta noche, frente a este numerosísimo público y frente a las cámaras de televisión prudentemente apagadas, para lanzar mi candidatura a la presidencia de mi país, país que será de todos los que voten por mí. Será una presidencia con renovación automática, como las suscripciones de las revistas, para no botar plata en futuras elecciones ni referendos. Dijo el doctor Barona Mesa que un gobernante que quiera ser atinando, debería proveer a su pueblo de los tres golpes diarios, o por lo menos dos, o así sea uno, para no correr el riesgo de que le den el golpe a él. La violencia impera en este país siguiendo el mandamiento satánico de “Mataos los unos a los otros”, en lo que hemos resultado virtuosos. Para combatir el hambre, yo lo convertiría en “Comeos los unos a los otros”, o mejor aún, en “Comeos a vosotros mismos” como el personaje citado también por el doctor Barona, después de nombrar a Ugolino que se alimentó en la cárcel de las carnes de sus hijos que se le ofrecían para mantener su vida. Para ponernos drásticos, podría tener la fórmula para acabar con el tráfico de droga, según me sopló un amigo. Bastaría envenenar un cargamento interceptado con una pizca de ántrax. Y yo les cuento… que con que caigan dos o tres magnates de la publicidad y/o del espectáculo en la Quinta Avenida o en Wall Street, la madre si alguien vuelve a buscar un gramo. Si el negocio de la marimba se petaquió cuando comenzaron a rendirla con cagajón de vaca. Y los gringos tienen escrúpulos. Lo malo es que si se suspende la exportación, toda la droga nos la tendremos que meter nosotros, y quién puede gobernar un país alucinado en pleno disfrute de los paraísos artificiales a menosprecio. Sólo un presidente más alucinado que ellos. Así como Gaitán alzaba el puño para gritar ¡A la carga!, yo alzo el mío para gritar ¡A cagarla! El doctor Vera será mi ministro de Salud. Por su amor al arte y los poetas. Su consultorio parece una sala del Louvre. Ha salvado la vida de muchos artistas e intelectuales. Recuerdo que cuando el poeta Alvarado Tenorio estaba como una vaca, pesando 250 kilos por haberse pasado un año sin defecar debido a una oclusión cerebral, él lo sometió a una delicada intervención quirúrgica. Le extirpo la panza, el bonete y el cuajar. Y sólo le dejó el librillo, que es el que ahora anda ofreciendo por ahí.

Que vivan Cali, Chipichape, Yumbo y Juanchito.

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