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Cadáver insepulto

Más que mi extinción terráquea el problema era que desaparecería todo el mundo, puesto que es uno el que le da existencia a la vecindad

8 de marzo de 2021 Por: Jotamario Arbeláez

Revisando mis papeles de juventud para organizar los Sagrados Archivos que acabo de entregar a la Biblioteca Luis Ángel Arango para que acompañen los de Andrés Caicedo, me encuentro con este poema de 1967, Palabra de muerto, perteneciente al ciclo Cadáver insepulto, del libro Mi reino por este mundo, que me retrotrae a sobresaltos sobrevividos. Sentirse uno al borde del enterramiento precoz por unos cuernos mal capoteados y un conato de cólico miserere, y sobrevivirle 54 años, es proeza o milagro que prueba que las penas de amor y la enfermedad son males no necesariamente mortales. Ensayaré unos comentarios a las estrofas:

“Vivo como si fuera a morir dentro de tres días / Vivo como si tal / Y heme aquí todavía queriendo jugar al poeta / Desperdiciando el poco tiempo en este placer del espejo / Sin querer mover una mano / Sin querer pisar una calle / Con el par de ojos bien abiertos mirando lo mucho que queda”

Se jugaba al arúspice dolorido que no daba píe con bola. Lamentaba, como cualquier Nerón de opereta, dejar el mundo sin semejante poeta. Quien con esta quejumbre terminaría cosechando premios.

“Nunca diré mis últimas palabras / Ni mi última voluntad ni deseo / ¿Cómo puedo ordenar algo a las gentes de un mundo / que desaparecerán al volverme humo? / Desaparecerás de la mano del ángel / Desaparecerás con tus hábitos blancos / Desaparecerás visitando pirámides”

Más que mi extinción terráquea el problema era que desaparecería todo el mundo, puesto que es uno el que le da existencia a la vecindad. Así pagarían todos por mi penuria. En especial la causante de la debacle nerviosa, que empacó hace varios lustros dejándome en cueros en los poemas.

“Toda la desgracia de los hombres, dice Pascal, / proviene de una sola cosa: / no saber estarse quietos en un cuarto!” / Entonces quieto en este cuarto te miro mundo a los ojos / Mundo palabra que he amado desde este solo agujerito”. Sabia cita de La tumba sin sosiego, de Cyril Connolly, que ahora estamos poniendo a prueba. Complemento directo del “Mantente en casa”.

“Nuestro mensaje matinal por cortesía del jabón de olor / Es nuestro deber recordarle que su patria está en emergencia / La operación ha sido un éxito pero el paciente era muy débil…” Ahora no sólo la patria sino el planeta están en emergencia sanitaria patética. Y por más que se empeñen los científicos médicos hay que contar con que no todos los cuerpos afectados tienen remedio. Ni habrá vacuna para tanta gente.

“Conque ya no comes ni bebes / Conque ya no juegas ni fumas / ¿Y para qué te estás creyendo que te botaron al mundo? / Alégrate para empezar de que aún el mundo te acepte”, Insolente con la muerte es la juventud cuando se la invoca para finiquitar los destrozos. Cuántos falsos positivos hubo que soportar de laboratorios. Pero la vida es superior a cualquier fracaso.

“Nació creció cumplió dos años cumplió diez / Cumplió 26 años bajo las inclemencias de un cólico / Y no renegó nunca de su triste papel de pisapapeles / Escribía una palabra sobre una hoja y a esa hoja no la volaba el viento / Cuando escribía una carta era cosa seria / Sus amantes y embajadores se cortaban las manos con el filo de sus cuartillas” El papel del poeta es en lo que escribe. La poesía es el maquillaje que disimula los defectos y la feúra del mundo. Sobre la misma hoja de papel y con la misma tinta se puede escribir una declaración de amor o una condena de muerte.

“El hambre para él se llamaba Noé / Y cuando le alcanzaba navegaba su barca / Barca sin un animalito” La carencia en el filo de lo imposible. Cuando todo está perdido ni uno mismo se encuentra. Y si se encuentra no se reconoce. Ya es otro.

“Si Dios existe para qué te amo” Consolación de la teología.

“Vivo como si ya estuviera muerto / Por eso no me preocupan las palabras finales / Ni el exceso de escoria en el cenicero” Pues bien, aquí estoy, con mis ochenta cumplidos sin abandonar la recocha, que es la manera de ser eterno de cualquier enfant terrible de ayer. Curado de los males del amor y de la barriga. Alzando los brazos al cielo con la nieta primera. Y dando gracias a la poesía por tanta vida y gracias a la vida por tanto aguante.

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