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10 de mayo

Ya desde el 2 de mayo el gobierno del General tambaleaba. Para los alumnos de universidades y colegios había que cobrarle la matanza de los estudiantes en Bogotá, en 1954.

10 de mayo de 2021 Por: Jotamario Arbeláez

Es Cali de 1957, tengo 16 años y curso cuarto de bachillerato en Santa Librada. Vivo en el barrio Obrero, donde papá logró comprar media casa después de habitar desde antes de mi nacimiento en San Nicolás, con su mujer Elvia Ramos y en compañía de la abuela Carlota, la tía Adelfa y su compañero el guapo -en los dos sentidos- Jorge Giraldo, de Cartago, a quien apodan ‘Picuenigua’. Es un liberal de racamandaca, protegido por jefes naturales como Ciro Molina Garcés, quien puesto de chofer le consiguió en la Gobernación, luego de que se desempeñara como detective del SIC, plagado de godos. Allí aprendió a desempañarse con el revólver pues antes su destreza era solo con la peinilla y la escopeta.
Después de la explosión del 7 de agosto, que nos tumbó media casa, nos abrimos y ellos se fueron al barrio Bretaña.

Jorge Giraldo, ‘Picuenigua’, fue más héroe para mí que Lone Ranger, y me sentía orgulloso de saberlo perseguido, por gaitanista, por la pajaramenta de la ciudad, comandada por ‘Pájaro Azul’, ‘Lamparilla’ y ‘Pájaro Verde’, a quienes me los mostraba tomando tinto en un café de la Galería Central.

El amigo del alma de ‘Picuenigua’ se llamaba también Jorge Giraldo, otro liberalísimo, y lo visitaba con frecuencia en su casa de Bretaña, donde se reunían a tomar trago y hablar contra con los gobiernos conservadores, como muchas veces coincidía con mi presencia, me debía sumar tomándome algún ‘tintero’. Allí aprendí todo lo que debía saber acerca de la violencia emprendida contra los liberales, sobre todo después del 9 de abril, por los ‘chulavitas’. ‘Picuenigua’ le contaba de los tiros que le hacían a medianoche a la ventana de la casa en San Nicolás desde ‘el carro fantasma’. Y le contestaba el tocayo que su mayor deseo en la vida sería matar un ‘pájaro’.

Ya desde el 2 de mayo el gobierno del General tambaleaba. Para los alumnos de universidades y colegios había que cobrarle la matanza de los estudiantes en Bogotá, en 1954. No valieron represiones ni toques de queda, el estudiantado estaba verraco, y contábamos además con el refuerzo de la burguesía. Pensábamos que los estudiantes libradunos, los estudiantes libradunos éramos los líderes de la resistencia contra la dictadura. Toda esa semana picamos las aceras y nos hicimos a poderosos pedruscos para enfrentarnos a lo que llamaban las fuerzas del orden, por lo que desde entonces el claustro se terminó llamando Santa Pedrada. Y el 10 de mayo se dio la noticia de que el dictador había puesto pies en polvorosa dejando en su lugar una Junta Militar de Gobierno. El pueblo levantado fue ahora un pueblo lanzado a la caza de pájaros.

Siguiendo la marcha popular bajé por la carrera 15 hasta un poco después de la 19, donde la multitud ingresó a una calle mocha donde al fondo quedaba la fábrica de ungüento Caracolina, contra los dolores del cuerpo. Y el dueño era nada menos que el famoso ‘pájaro Caracolina’. A la multitud se le hizo difícil tumbar la puerta. Entonces vimos a un personaje que subía por la pared de la casa vecina y entraba por la ventaba de la pequeña fábrica, se oyeron tiros adentro y de pronto se abrió la puerta y salió tirando el revólver y con las manos en alto, evidentemente herido en la espalda y cayó. La multitud que había reconocido al ‘pájaro’ se le fue encima y lo masacró. Creo que participé con un coscorrón. Enseguida salió su perseguidor también con el arma en la mano y fue derribado por la turba, que también se ensañó contra él.
Yo lo reconocí como Jorge Giraldo y comencé a gritar que él no era pájaro, que era Jorge Giraldo un gran liberal, amigo de la casa y de ‘Picuenigua’ pero de nada valió. El redentor quedó tan crucificado como el asesino. Yo trataba de cubrirlo con mi cuerpo pero me sacaron de tres patadas. Había realizado el sueño de su vida a costa de su propia vida.

Me encaminé triste a Bretaña mientras iba pensando que así sería en adelante Cali con los malos gobiernos. Le conté a ‘Picuenigua’ como había visto que mataban a Jorge Giraldo. Debe haber sido la primera vez que lloró.

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