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Verdugos de los mercados

Un grupo de ingenieros tramposos resolvió un problema de diseño en millones...

12 de octubre de 2015 Por: José Félix Escobar

Un grupo de ingenieros tramposos resolvió un problema de diseño en millones de unidades de autos Volkswagen de la manera más tonta y facilista. Se les pedía cumplir con estrictas normas sobre emisión de gases y hacerlo implicaba agregar complementos que no cabían en el espacio asignado al motor. Los tramposos resolvieron dejar el diseño tal como estaba y falsificar las constancias de que sí se cumplía con las normas. El escándalo ya ha cobrado la cabeza del presidente de la compañía.De inmediato en Alemania surgieron voces de castigo a los responsables del engaño pero de sólida defensa de la empresa. La calidad Volkswagen es universalmente reconocida. La marca es líder del sector automovilístico, que genera 800.000 empleos directos y contribuye en buena medida al PIB de la nación. En otros países donde operan filiales de Volkswagen el apoyo a la empresa ha sido similar. En España, por ejemplo, las autoridades de Cataluña temen que la coyuntura actual afecte los planes de expansión de la filial Seat y han rodeado a la empresa.¿A cuál cerebro sensato se le ha ocurrido creer que la defensa del sector automovilístico alemán representa un punible concierto de los fabricantes para engañar a alguien? Para poner otro caso: de inmediato tildarían de loco en Chile a quien atacara por supuestamente ilegal la formidable organización de la industria vitivinícola de ese país. Otros casos similares son los de los agricultores del Medio Oeste norteamericano, los olivareros del sur de España y, para no ir más lejos, los cafeteros de Colombia. Todos estos empresarios reciben justos apoyos de sus gobiernos y a nadie en sus cabales se le ocurre tildar de contrarios a la ley sus esfuerzos de organización interna.En Colombia acaba de suceder lo impensable. Al abogado procesalista a quien se le encomendó la Superintendencia de Industria y Comercio se le ocurrió encontrar ilegal la admirable organización social y productiva que han alcanzado los azucareros de nuestra región. Quizás con el ánimo de figuración que ya se le ha enrostrado, el Superintendente colocó a nuestros excelentes productores y procesadores de caña de azúcar la multa más alta de la historia. Se trata, por supuesto, de un imposible político, porque no se puede llevar a la bancarrota a toda una región por medio de un acto administrativo. En Venezuela sí, pero en Colombia no. Es tan insensata y desproporcionada la sanción que ya comienza la gente a preguntarse a quién beneficia esta persecución. No se sabe si también hay algo de retaliación desde lo más granado del altiplano. El Superintendente de Industria y Comercio, tras este o los próximos exabruptos, caerá y muy seguramente volverá al mundo del Derecho Procesal. Allí rumiará sus exageraciones. Ojalá recuerde que el profesor Miguel Moreno Jaramillo dijo alguna vez que “el buen sentido preside el derecho”. ***La mejor noticia para el país es que al presidente Juan Manuel Santos no le otorgaron el premio Nobel de la Paz. Parece que Santos creyó en la viabilidad de su candidatura y algo hizo para promoverla. En vez de tanta ansia de figuración, que nuestro presidente se serene, deje de insultar a los opositores democráticos y encuentre la manera de lograr entendimientos internos. De la paz se puede hablar en el exterior pero ella se construye dentro de las fronteras y sin presiones de calendario.

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