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Sorpresas

En este país macondiano se vive entre sorpresas. Los sucesos del último...

10 de octubre de 2016 Por: José Félix Escobar

En este país macondiano se vive entre sorpresas. Los sucesos del último mes nos demuestran que aquí la gente nunca perecerá de aburrimiento, como de hecho sí sucede en la lejana Noruega. Hace apenas un mes la poderosa campaña de silencio que montó el Gobierno Nacional no pudo evitar que el presidente español Mariano Rajoy revelara uno de los secretos mejor guardados hasta el momento: que los acuerdos de paz se firmarían en Cartagena el 26 de septiembre. Fue una sorpresa que los colombianos nos enteráramos de ese acontecimiento por boca de un mandatario extranjero.Gran sorpresa causó entre muchos compatriotas comprobar que el Gobierno Nacional había organizado una gran fiesta con 2.500 invitados, 15 jefes de estado, aviones de combate en vuelo rasante, conjuntos folclóricos y toda la pompa imaginable. Se trataba de un acto luctuoso, en el cual lo más prudente hubiera sido guardar cierta compostura, como homenaje a las miles de víctimas del conflicto. Y grande será la sorpresa cuando el Gobierno Nacional les informe a los contribuyentes cuántos miles de millones costó la fiesta.El frenético ritmo impuesto por el Gobierno Nacional al desarrollo de los sucesos comenzó a causar sorpresa entre muchos. Las Farc incumplieron repetidamente su palabra. Llegaron armadas cuando se había dicho que entregarían su arsenal de guerra. No retornaron a los niños combatientes que están en sus filas, salvo a unos cuantos. Callaron cuando debieron revelar dónde se encontraba el dinero acopiado por ellos durante tanto tiempo. Interpretaron a su amaño muchos pasajes de los acuerdos. Todo ello ante el sorprendente silencio de los delegados del Gobierno Nacional.Causó sorpresa general el hecho de que las 297 páginas del acuerdo fueran reveladas con apenas cinco semanas de anticipación al plebiscito. En un acto irrespetuoso con el electorado colombiano, se puso a los votantes a correr para entender aquello que se sometía a su consideración. Ni el ritmo acelerado ni el dogmatismo del Gobierno Nacional y sus partidarios causaban sorpresa. Ya eran tendencia. Las encuestadoras adoptaron una política realmente sorprendente de dar por cierta la aprobación de los acuerdos.Sorprendió que el Gobierno Nacional no tuviera en cuenta la frase del político Richard Nixon, fullero como pocos: “todas las elecciones son locales”. Intoxicado por lo que ya consideraba un triunfo rotundo, el Gobierno Nacional, dio por hecho que los electores acudirían en masa a las urnas y que votarían de manera apabullante por el Sí. La sorpresa consistió en que la abstención fue muy alta y que triunfó el No. Lo que dijo la comunidad internacional no importó. Sus opiniones, como tantas veces se comprueba, son irrelevantes en el plano doméstico.El resultado del plebiscito fue un gran fracaso para el Gobierno Nacional y muchos medios de prensa de prestigio así lo dijeron. Se vino a saber que el apretado cronograma impuesto por el Gobierno Nacional respondía al plan trazado de antemano para que el presidente Santos y Timochenko fueran seleccionados para el Premio Nobel de la Paz. Y, ¡oh, sorpresa! los noruegos terminaron otorgando el premio a Santos Calderón. Del fracaso a la exaltación en sólo cinco días.La mejor sorpresa ha sido la presencia masiva de jóvenes abogando por el Sí o por el No. Deberían haberlo hecho, sin embargo, en las urnas y no en los plantones y en las marchas.

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