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Saber perder

Basta con mirar lo que sucede en el mundo para llegar a la conclusión, propia de Hobbes, de que las relaciones entre los seres humanos suelen ser muy violentas.

18 de octubre de 2020 Por: José Félix Escobar

Basta con mirar lo que sucede en el mundo para llegar a la conclusión, propia de Hobbes, de que las relaciones entre los seres humanos suelen ser muy violentas. Francia amaneció horrorizada al comprobar que un joven de origen checheno acuchilló y decapitó a un profesor de colegio, cuyo gran pecado fue exhibir en clase las caricaturas de Mahoma que ya han causado muchos muertos. El tema de la clase era la libertad de expresión pero los fanáticos como el joven checheno ni entienden ni toleran las posiciones contrarias a sus convicciones.

Para regular la organización de las sociedades humanas se inventó la democracia. Bajo este sistema los gobernantes son elegidos por el voto popular y son reemplazados utilizando el mismo método. Es de la esencia democrática la ausencia de violencia tanto en la designación como en el reemplazo del gobernante. En palabras del austríaco Karl Popper, la democracia “consiste en poder destituir sin violencia a quienes ocupan el poder”.

Como corolario forzoso de la frase de Popper, se debe dejar en claro que hay que saber perder. El triunfo genera regocijo y es de fácil aceptación. Pero el grado de cultura de las personas y de los pueblos se mide por la admisión pacífica y civilizada de las derrotas. El candidato Donald Trump comenzó desde hace varias semanas a tender mantos de duda sobre la transparencia de las elecciones presidenciales del 3 de noviembre. Es decir, Trump ha evidenciado que no sabe perder.

Hasta el momento la ventaja de Joe Biden sobre su rival supera los dos dígitos. Sin embargo, nada está seguro. Se conocen las habilidades de Trump para buscar efectos favorables donde otras personas no los encuentran. El ataque de Trump a la confiabilidad del voto por correo va dirigido en ese sentido. Con toda certeza si Trump revalida su mandato perderían su país y el mundo. Pero “cosas veredes…”.

Esta semana se celebra en Bolivia una elección presidencial de mucha importancia. Carlos Mesa, candidato centrista, espera derrotar a Luis Arce, el seleccionado por Evo Morales para representar al partido Movimiento al Socialismo. Es innegable que la gestión de Morales trajo beneficios al pueblo boliviano. Pero él y sus gentes no creen en la democracia. Lugartenientes de Morales han dicho que aceptarán el resultado de las urnas solo si les es favorable.

El sempiterno Aleksandr Lukashenko dictador de Bielorrusia, intentó refrendar por la vía electoral su permanencia en el poder, pero los resultados a favor del líder bielorruso fueron tan amplios que la gente de inmediato pensó en fraude. Desde luego que Lukashenko no sabe perder y en vez de hacerse a un lado tras las trampas electorales, se aferra tercamente al poder.

Pero la demostración de que no se sabe perder también ocurre en nuestro país. Utilizando la táctica parlamentaria del ‘acoso y derribo’, un grupo de opositores colombianos enfiló sus baterías contra el Ministro de Defensa, nuestro paisano Carlos Holmes Trujillo. La Cámara de Representantes se encontró con un duro rival que bebió política desde niño. La moción de censura terminó con 136 votos por el no y 24 por el sí. Obviamente los minoritarios derrotados ya están hablando de llevar el caso a la súper estructura de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Esta comisión se ha convertido con el paso de los años en un reemplazo absurdo de nuestra soberanía nacional.

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