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Nuestro premio Nobel

Por ello Gabriel García Márquez, es nuestro premio Nobel. Su figura ha sido un poderoso factor de unión entre los colombianos.

12 de agosto de 2018 Por: José Félix Escobar

El 8 de diciembre de 1982 la Academia Sueca entregó el premio Nobel de Literatura al escritor Gabriel García Márquez. Desde su imponente éxito “Cien años de soledad”, el mundo entero descubrió en este maravillosos creador literario a un artista de élite. Cuando en 1982 García Márquez recibió su premio Nobel todos los colombianos sin excepción nos sentimos orgullosos por el galardón otorgado al escritor de Aracataca.

La militancia política de García Márquez no fue compartida por mucha gente. No se entendía fácilmente que un hombre con espíritu libre como el escritor costeño mantuviera una estrecha amistad con el dictador cubano Fidel Castro. Algunos han explicado que a Castro y a García Márquez los unía el Caribe, sus vivencias, su geografía, sus colores y la proximidad del mar.

Pero el escritor siempre dominó al político. Macondo y su mundo, entre real y fantástico, encantó a todos los lectores. Hoy prácticamente no hay ningún colombiano adulto que no haya leído algún libro de García Márquez. Su discurso de aceptación del premio Nobel es una auténtica obra maestra, traducida a decenas de idiomas y representa una síntesis muy acabada de la mezcla de periodismo y literatura.

Grandes admiradores de García Márquez, como el expresidente norteamericano Bill Clinton, pasaron por alto los devaneos políticos del premio Nobel y prefirieron admirar al excelso literato.

Por ello Gabriel García Márquez, es nuestro premio Nobel. Su figura ha sido un poderoso factor de unión entre los colombianos. Sus personajes habitan entre nosotros y en los paisajes descritos por Gabriel García Márquez los colombianos nos reconocemos.

La otra cara de la moneda es el aparatoso premio Nobel de la Paz que en diciembre de 2016 los noruegos otorgaron al expresidente colombiano Juan Manuel Santos.

Si García Márquez veía venir su premio por la excelente calidad de su obra, a Santos le costó un enorme trabajo organizar el tinglado que finalmente lo llevaría al galardón. El nobel de García Márquez llegó y nos unió. El premio nobel de Santos se produjo tras una dolorosa polarización de fuerzas.

Desde el primer día Santos asumió que lograr la paz era un objetivo político partidista y nunca entendió que el asunto era un tema de Estado. Para lograr el desarme parcial de la guerrilla de las Farc, Santos estremeció las instituciones y en muchas ocasiones hizo caso omiso de la legalidad.

Así como nuestra Constitución no establece como derecho de los colombianos cualquier casa o aposento, sino una vivienda digna, la paz perseguida por el jefe del Estado no puede ser un apaciguamiento, ni una paz en obra negra llena de incumplimientos, sino una paz digna. Como se está viendo ahora Santos podó el árbol de la violencia, pero no estableció las condiciones para una reintegración completa de los insurgentes y una adecuada reparación de las incontables víctimas.

Por ello nuestro verdadero premio Nobel, el que nos enorgullece y nos une, es el premio Nobel de Literatura que le otorgaron a García Márquez en 1982.

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