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Muros y vallas

Durante mucho tiempo se creyó que tras la caída del muro de...

28 de marzo de 2016 Por: José Félix Escobar

Durante mucho tiempo se creyó que tras la caída del muro de Berlín sólo subsistirían la barrera que separa a Corea del Sur de su vecino del Norte y el aislamiento al que se sometió la dictadura de los hermanos Castro en Cuba. Residuos de la Guerra Fría. Pero la realidad ha comenzado a mostrar por todas partes muros que se construyen, vallas que se levantan y fronteras que se cierran. Parece que después de los sueños de libertad y cosmopolitismo el mundo vuelve a ser un lugar “ancho y ajeno”, como en su momento lo describió el escritor peruano Ciro Alegría. Ahora no se sabe con exactitud por cuales motivos los pueblos se están confinando a sí mismos dentro de murallas físicas o de barreras aduaneras. Los casos van desde la propuesta de Donald Trump consistente en construir un muro a lo largo de la extensa frontera entre Estados Unidos y México, coronada por la exótica pretensión de que sean los propios mejicanos los que asuman los costos. Es el clásico temor al inmigrante. La verdad es que la enorme mayoría de los mejicanos van a Estados Unidos a trabajar en las labores que ya los jóvenes gringos no quieren desempeñar.Una propuesta similar ha sido hecha en Ucrania: los gobernantes de ese país pretenden construir una extensa valla metálica que los separe de la vecina Rusia. Clásico e inútil temor a una invasión, pues los tanques rusos, de proponérselo, tumbarían la valla en cuestión de minutos. Aquí no hay temores de flujos migratorios porque, salvo contadas excepciones, no hay rusos que quieran moverse a Ucrania y viceversa.Las fricciones más grandes de los últimos años son las que se han presentado entre Europa y países de cultura similar, con el islamismo. Israel lleva varios años aislándose de los palestinos mediante la construcción de elevados muros. Turquía, medio oriental y medio europea, mantiene a raya en sus fronteras con Siria e Iraq a decenas de miles de refugiados que huyen de la barbarie del Estado Islámico. El gran sueño de un continente europeo sin retenes aduaneros y sin visas está a punto de echarse a perder por causa de la violencia de los terroristas. En los últimos meses una inmensa marejada humana proveniente de los territorios golpeados por Isis, ha entrado a Europa por las fronteras porosas de Grecia, atraída esa multitud por la acogida que expreso la canciller Ángela Merkel a miles de refugiados sirios. Ni a Hungría ni a Eslovenia les ha importado el gesto humanitario de Merkel: han detenido el paso de los inmigrantes con vallas y alambre de púas.La presión continúa en la frontera sur de Europa, pero Italia se ha cerrado en la isla de Lampedusa, hoy convertida en un campo de refugiados. España ha hecho lo mismo con sus altas vallas de Ceuta y Melilla. Es comprensible que los pueblos que rodean a Europa deseen compartir la bonanza económica y social del Viejo Continente. De hecho las ciudades europeas han venido recibiendo a muchos musulmanes y africanos en los últimos años. Ellos, como los mejicanos en Norteamérica van en su gran mayoría a trabajar en las labores que ya nadie quiere desempeñar.Pero todos los esfuerzos de asimilación a la cultura europea los echan por la borda lo radicales islamistas con sus atentados como los recientes de Bruselas. Parece que los radicales musulmanes tienen nostalgia de muro y de valla.

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