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Los ideólogos

En el mundo contemporáneo los ideólogos parecen haberse refugiado bajo el alero de las grandes organizaciones internacionales.

18 de abril de 2021 Por: Vicky Perea García

Lo que hizo grande a Roma fue su sentido práctico, su constante observación de los hechos y su gran capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes. Los romanos no tuvieron inconveniente alguno en convertir en propios los dioses de otros pueblos. La filosofía se la dejaron a los griegos, pero copiaron de Esparta la formidable formación militar de la falange. La arquitectura la tomaron prestada de Grecia. Su éxito fue pragmático: los romanos se asociaban con gobiernos locales de los pueblos ya conquistados, lo que les facilitaba articular el enorme Imperio construido por ellos.

Los habitantes del Imperio no se caracterizaron por ser ideólogos. Construyeron de manera incansable grandes edificaciones para solucionar problemas concretos: acueductos monumentales en el sur de Francia, grandes puertos sobre el Mediterráneo, un formidable muro en la actual Inglaterra para defenderse de los intrusos del norte. Su gran aporte cultural fue el Derecho, una serie de normativas y preceptos basados en la observación detenida de las realidades humanas y sociales.

Hace veintiún siglos, en la época de Cicerón, los juristas romanos concluyeron que no todos los seres humanos eran iguales y que por desgracia la naturaleza engendraba algunas personas sin la plenitud de sus capacidades. La solución pragmática consistió en reconocer la desigualdad y en otorgar a ciertos auxiliares de la Justicia la potestad de representar a los discapacitados. El régimen de las guardas proviene de aquella época.

Pero llegaron los ideólogos. Seres de pensamiento cuadriculado, impedidos por su cerrazón mental para comprender que la naturaleza humana no fue trazada con tiralíneas ni con escuadra. Cada persona es un mundo y las generalizaciones suelen ser inexactas y peligrosas. Nuestro Siglo XX sufrió como ninguno la tiranía de los ideólogos, de un extremo o del otro.

En el mundo contemporáneo los ideólogos parecen haberse refugiado bajo el alero de las grandes organizaciones internacionales. Son famosas las discrepancias entre entidades adscritas a las Naciones Unidas. La Alta Comisionada para los derechos humanos, Michelle Bachelet, produjo un informe demoledor contra Venezuela, pero al poco tiempo una Relatora de la ONU no ocultó su apoyo al régimen de Maduro. La Organización Mundial de la Salud no ha sido ajena a discrepancias entre sus miembros con motivo de la pandemia.

En 2006 los ideólogos lograron obtener de la Asamblea General de las Naciones Unidas la aprobación de una Convención sobre Derechos de los Discapacitados. Siglos y siglos de cultura jurídica fueron desconocidos de un tajo al afirmar que los discapacitados eran capaces. Desde el Derecho Romano se sabe que no lo son y que la mejor manera de protegerlos es reconocer su falta de capacidad plena.

La entrada en vigencia de la ley 1996 de 2019 ha producido en Colombia un atasco de grandes proporciones. La jurisdicción de Familia, tan recargada de trabajo por sus ocupaciones tradicionales, no ha podido responder a la urgencia que muchos casos de estos presentan. En noviembre pasado se encargó a las Cámaras de Comercio y a las Notarías la función de desatrancar el problema, sin que hasta el momento la normalidad haya regresado.

Cae como anillo al dedo la frase de Felipe González: “Una carretera une más que cien discursos ideológicos”. Toda una alabanza al pragmatismo.

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