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Las lecciones de Putin

Vladimir Putin, el líder ruso nacido en San Petersburgo no llegó a imaginarse que en solo diez años, de 1990 a 2000, se convertiría en el hombre fuerte de la enorme Rusia

7 de abril de 2019 Por: José Félix Escobar

Vladimir Putin, el líder ruso nacido en San Petersburgo no llegó a imaginarse que en solo diez años, de 1990 a 2000, se convertiría en el hombre fuerte de la enorme Rusia. Fue a la sombra del presidente Boris Yeltsin como este abogado pasó de ser un espía comisionado en Alemania, a primer mandatario de su país. Astucia, sangre fría y pulso firme lo acompañaron en su ascenso vertiginoso.

Muchas son las lecciones que puede dar Putin. Es un eficaz administrador público, aunque con métodos poco ortodoxos. En los cuatro primeros años de su mandato reorientó la economía de su país hacia un indudable progreso material. De eso dan fe los miles de turistas que asistieron al Mundial de Fútbol celebrado en Rusia el año pasado. Orden total, transporte eficiente, estadios deslumbrantes, etc.

La fórmula de Putin fue simple. Reunió a los mayores emprendedores de su país y le hizo ver que habría negocio para todos, siempre que no se salieran del libreto y mantuvieran su apoyo al presidente. Surgió entonces la casta privilegiada de los llamados ‘oligarcas’, esos millonarios casi excéntricos que compran enormes mansiones, lujosos yates y hasta equipos de fútbol.

Putin también puede impartir lecciones de gobierno autoritario y mano dura. A la República de Chechenia los rusos la aplastaron con una energía ejemplar para sus fines de mantener unida a la extensa Federación. Como se recuerda, los brotes del separatismo checheno fueron extirpados sin piedad alguna. La oposición política ha sido igualmente acallada con todas las armas disponibles, incluso la eliminación física de los contradictores.

El líder ruso puede también dar lecciones de intromisión en los asuntos de otros países, cuando ello sea necesario para el nuevo imperialismo del Kremlin. En 2014 fue derrocado un gobierno amigo de Rusia en la vecina Ucrania, hecho que motivó la descarada intervención del gobierno ruso en los asuntos ucranianos. Tropas rusas y ucranianas se enfrentaron en varios lugares de la frontera y la península de Crimea fue anexada de facto a la Federación Rusa.

Lo que Putin y su gente estaban defendiendo era el enclave naval ruso de Sebastopol sobre el mar Negro. Con igual fortaleza los rusos se entrometieron en la crisis de Siria, pues en ese país existe una gran base naval dominada por el régimen de Putin en el puerto de Tartus. Nunca le importo al Kremlin tener que apoyar al siniestro tirano Bashar al–Ásad.

La sombra del gobierno de Putin ha llegado a nuestra América. Por razones geopolíticas los rusos comenzaron hacer negocios con la Venezuela de Maduro. Se cree (porque no hay datos precisos) que las deudas de la dictadura madurista con Rusia llegan hoy a diez mil millones de dólares. Al mejor estilo de las potencias colonialistas del Siglo XIX, Rusia ha enviado tropas a Venezuela presionando el cobro de la deuda.
Solo nos queda pedir al presidente Putin, como colombianos, que no nos dé lecciones de democracia y de respeto al principio de la no intervención en los asuntos soberanos de otro país.

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Un líder indígena del Cauca manifestó en televisión que los pueblos de la Minga tienen “derecho a las vías de hecho”. Esta capital demostración de irrespeto a la Constitución y a las leyes se hace en un país que pretende celebrar la Copa América de Futbol en 2020. ¿Y si la Minga ocupa los estadios, quién los sacará?

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