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La trivialización del poder

Un vecino nuestro, Perú, pasa ahora por la dura prueba de la trivialización del poder. Una ligera mayoría de los peruanos escogió a Pedro Castillo como presidente del país.

3 de octubre de 2021 Por: José Félix Escobar

No hay oficio más serio que la dirección de un gobierno. Desde tiempos inmemoriales los seres humanos nos hemos agrupado en sociedades, cuyo mando lo asume el gobernante. Aristóteles precisó que el hombre es un animal social, que desarrolla sus capacidades dentro de grupos o conglomerados. Y la ilusión del ‘buen salvaje’ no pasó de ser un sueño de Rousseau.

Nadie imagina a un buque sin capitán y, salvo en las películas, nadie pretende que un avión prescinda del piloto. Pero he aquí que la trivialización, que es plaga en el mundo, atacó las instituciones y contaminó el poder. Ahora se ven incompetentes, incapaces e ineptos en la dirección de los pueblos.

¿Quién se iba a imaginar que un hombre proveniente de la farándula televisiva llegaría a ocupar el primer cargo en importancia en el país más poderoso del mundo? Donald Trump, hasta su llegada a la política, solo hizo algunos programas de éxito en la televisión y muchos negocios enredados en el mundo empresarial. Pero patentó un discurso dirigido a la sensibilidad de los blancos de clase media y conectó con sus temores y odios. Y ganó.

Trump no fracasó más porque los arraigados controles, chequeos y balances propios de la democracia norteamericana lo impidieron. Pero a casi nueve meses del intento de toma del Capitolio se ve en perspectiva la gravedad de un hecho en el que se mezcló toda la fauna irregular que pulula en los sectores más radicales del partido Republicano. Mezcla perfecta entre tragedia y comedia.

Un vecino nuestro, Perú, pasa ahora por la dura prueba de la trivialización del poder. Una ligera mayoría de los peruanos escogió a Pedro Castillo como presidente del país. La verdad es que de la candidata derrotada, Keiko Fujimori, no había mucho por esperar.

Dejemos que sea Mario Vargas Llosa, premio Nobel y peruano ilustre, quién acoja la representación de los estamentos más serios del Perú:
Vargas Llosa acaba de declarar que no tiene expectativas en un gobierno presidido por un maestro de segundo de primaria. Se sabe que los maestros son admirables, pero en su oficio.

¿Y de Filipinas qué? El candidato que se perfila como uno de los más opcionados para ser presidente es Manny Pacquiao veterano campeón de boxeo, muy destacado en su deporte de los puños y las ‘narices chatas’. ¿Alguien se ha puesto a pensar cuantos impactos ha recibido la cabeza de Pacquiao? El triste caso de Mohamed Ali es bien ilustrativo.

Colombia está ya inmersa en plena campaña presidencial para la elección de 2022. Por supuesto que es un derecho fundamental el de elegir y ser elegido. Pero no parece sensato que hasta ahora existan más de 60 aspirantes, los unos avalados por partidos, los otros pretendiendo recoger cientos de miles de firmas, y algunos cabalgando en simples pretensiones de figuración.

Es una lástima que los partidos políticos en nuestro país hayan dejado de entender que su misión en el mundo actual no es otra que la de oficiar como agentes ‘caza talentos’. Los ciudadanos han asumido su propia representación vía redes sociales. Pero la comunidad agradecería que la preselección de aspirantes la efectúen los partidos y movimientos políticos.

No se puede llegar al extremo de que sea mucho más riguroso el examen para ser piloto de avión o capitán de barco que para convertirse en Presidente de un país democrático. No lo trivialicemos todo, por favor.

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