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Genio y figura

La verdad, esta columna estaba destinada a comentar otros temas de gran...

29 de noviembre de 2010 Por: José Félix Escobar

La verdad, esta columna estaba destinada a comentar otros temas de gran interés y de palpitante frescura. Por ejemplo las locuras del régimen de Corea del Norte, la nueva andanada del dictador Chávez contra la prensa libre, el aterrador efecto del invierno en toda Colombia, la pecaminosa inacción de las corporaciones autónomas tanto en la Sabana de Bogotá como en el Valle del Cauca o la preocupante incrustación de los usurpadores de tierras en la administración local.Pero he aquí que el ex presidente Álvaro Uribe Vélez (genio y figura…) se viene con unas declaraciones públicas de incontrastable gravedad. Vuelve y juega el pugnaz hacendado de las planicies de Córdoba, esta vez con una increíble descalificación genérica a la Justicia colombiana. Y, lo peor de todo, hecha con toda la repercusión internacional posible por quien hasta hace poco gobernó a Colombia.Álvaro Uribe fue trasladado de la escena provincial a la jefatura del estado colombiano, gracias a la decisión democrática de un amplio número de compatriotas. Su primer cuatrienio llenó las expectativas de las mayorías, pues acometió con vigor la lucha contra la insurgencia armada que venía estrangulando al país. Si Uribe se hubiera retirado tras su primer período, con seguridad su ingreso a la Historia hubiera sido por la puerta grande. Igual si tomada la decisión de hacerse reelegir, el respeto de su gobierno a las normas preestablecidas hubiera sido la norma general y no la excepción.Pero llegó a su entorno una camada de áulicos, batiendo palmas y quemando incienso. No se sabe quién le vendió la idea de que él, Álvaro Uribe Vélez, era el refundador de la República, llamado por altísimos designios a aplanar a todo aquel que se convirtiera en obstáculo en su camino a la perpetuidad. Ha venido a saberse con el tiempo que su reelección estuvo plagada de trapisondas y componendas, pero —con escueto pragmatismo— sus seguidores celebraron como un gran triunfo la entronización del presidente por otros cuatro años.Lo que se ha desvelado recientemente es de una gravedad inusitada. Una democracia decente no puede aceptar a ningún costo que desde la sede del poder ejecutivo se orqueste una vulgar operación de espionaje a magistrados, periodistas y opositores. Quien se involucre en ello es un peligroso, o peligrosa, delincuente y su lugar está ante nuestros tribunales, respondiendo, y no ante gobiernos extranjeros, huyendo con deshonra.Es inconcebible, entonces, que quien por ocho largos años ostentó la calidad de jefe del Estado siembre semejantes dudas sobre la idoneidad y probidad de la rama judicial, y justifique el asilo de los delincuentes. Lo que Uribe Vélez acaba de hacer es un reprobable acto de insurgencia institucional. De qué descomunal tamaño habrá sido esta metedura de pata que el propio Ernesto Samper Pizano —príncipe del cinismo— saltó de inmediato a la palestra a rasgarse las vestiduras…***Méritos y prestancia. Basta con exigir en el perfil de los candidatos ese par de cualidades para creer que nuestros gobiernos regionales estarán, al fin, en buenas manos.

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