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Frágil es la democracia

En los días recientes el mundo ha presenciado algo insólito: dos países europeos (Polonia y Hungría) vetaron una decisión presupuestaria.

29 de noviembre de 2020 Por: José Félix Escobar

En los días recientes el mundo ha presenciado algo insólito: dos países europeos (Polonia y Hungría) vetaron una decisión presupuestaria que permitía a la Unión Europea constituir un gran fondo de ayuda a las naciones más golpeadas por los efectos de la pandemia (las de la cuenca del Mediterráneo). El origen del veto consistió en que la U.E., exige a sus miembros acatar plenamente los principios del Estado de derecho antes de ejercer su facultad de voto.

Resulta que Polonia y Hungría han caído en manos de gobiernos con una mezcla de nacionalismo y radicalismo de derecha que ha llevado a que en dichos estados se atente contra el principio fundamental de la división del poder en tres ramas: ejecutiva, legislativa y judicial. En esos países los gobernantes han presionado a los jueces para obtener determinadas decisiones, lo que constituye un atentado frontal contra los fundamentos de la democracia.

Hace más de tres siglos Montesquieu diseñó el mecanismo de la tridivisión del poder como único remedio efectivo contra la tendencia absolutista de los gobernantes. Es imposible negar que el líder polaco Duda y el dirigente húngaro Orbán son en el fondo autócratas dispuestos a no compartir el poder. De allí los recelos de los restantes países europeos contra el sistema de gobierno que se ha impuesto en Polonia y en Hungría.

El historiador y académico Walter Laqueur resume el tema diciendo que “la democracia es imposible si no se cuenta con suficientes demócratas”.
Duda y Orbán no lo son. El sistema es evidentemente frágil porque en vez de una formulación teórica, “la democracia es más un trabajo que una idea”, según la afortunada definición del sociólogo francés Alain Touraine”.

De otro lado el reciente episodio europeo refleja la inconveniencia de establecer aprobaciones por unanimidad. La democracia en su esencia es el gobierno de las mayorías y permitir que unos pocos impongan el instrumento del veto es incomprensible en la marcha cotidiana de los sistemas democráticos. Hay que destrabar los mecanismos de decisión para que las democracias funcionen.

Otro gran enemigo del sistema democrático es la militancia excesiva y su compañera inseparable, la polarización. En reciente declaración el papa Francisco ha criticado las posiciones que discriminan a otros por consideraciones de carácter étnico o religioso. Por cierto el líder Húngaro Viktor Orbán ha hecho del rechazo a los inmigrantes la base de su posición política.

También atentan contra la democracia las personas que de manera sistemática desconocen las reglas de juego. Es ineludible mencionar a Donald Trump: los últimos días de su infortunado mandato se están caracterizando por la adopción de actitudes caprichosas y hasta burlonas, en el sentido de que hoy acepta a regañadientes el triunfo de Joe Biden pero al día siguiente se contradice y da a entender que no va a entregar el poder el próximo 20 de Enero.

Es muy frágil la democracia y es un deber de la gente civilizada defenderla y protegerla contra todos los males que la asedian. Muy perjudicial es también el exceso de críticas infundadas y pasionales contra los gobernantes. Famosa fue la frase que hizo carrera en la Italia inestable de hace cuatro décadas, cuando se achacaba a los gobernantes la responsabilidad de todo cuanto sucedía: ‘piove, porco governo’ (llueve, maldito gobierno).

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