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El día de la vergüenza

Es simplemente inaudito que el líder de la nación más poderosa del planeta contagie de fanatismo (una enfermedad autoinmune) a su propio país y que no le pase nada.

10 de enero de 2021 Por: Vicky Perea García

La historia guarda celosamente ciertas fechas que para bien o para mal se han incrustado en el devenir de los Estados Unidos. Pensamos en el 6 de junio de 1944 como día glorioso para los norteamericanos. En esa fecha, conocida como el ‘Día D’, miles de soldados de los Estados Unidos y de otros países aliados invadieron las costas francesas de Normandía para asestar al nacismo el golpe más contundente. De hecho, esta invasión fue el comienzo del fin del Tercer Reich. Estados Unidos pagó un alto precio pero se enorgullece de ello.

Sin embargo, otro día 6 pasará a la historia de los Estados Unidos de América. Se trata del 6 de enero del 2021, cuando hordas de truhanes alentadas por el propio presidente Donald Trump asaltaron el Capitolio en Washington, tratando de impedir que el Congreso norteamericano expidiera su reconocimiento formal al triunfo de Joe Biden y Kamala Harris en la elección de presidente y vicepresidenta que se llevó a cabo el 3 de noviembre del año pasado. El 6 de enero de 2021 tendrá que denominarse el ‘Día de la vergüenza’.

Los creyentes en la majestad de la democracia nos sentimos indignados, no solamente en Estados Unidos sino en todos los rincones del planeta. Es inconcebible que un presidente dirija una especie de ‘autogolpe’ para evitar que el dictamen de las urnas sea acatado. El fundamento mismo del sistema democrático consiste en llenar periódicamente las vacantes del Ejecutivo y del Legislativo mediante elección popular. Impedir este mecanismo es atentar de manera directa contra el sistema democrático.

Al presidente Donald Trump debería castigársele con la mayor severidad. Es simplemente inaudito que el líder de la nación más poderosa del planeta contagie de fanatismo (una enfermedad autoinmune) a su propio país y que no le pase nada. Se sabe que el sistema democrático es frágil y que es labor imperiosa defenderlo. En palabras del filósofo de origen iraní Ramin Jahanbegloo “la democracia no es nunca algo hecho. Es una tarea”.

Ante el desastroso paso de Donald Trump por la presidencia de su país, es hora de que las democracias cuestionen el postulado según el cual cualquier ciudadano puede ser presidente. Trump tuvo un ligero paso por escuelas de negocios y de economía, y siempre estuvo en la actividad privada. Es válido preguntarse: ¿Cualquiera puede ser astronauta?, ¿cualquier aficionado sin preparación puede ser cirujano cardiovascular?, ¿quién conduce una lancha puede ser capitán de un trasatlántico?

La complejidad en el manejo de los asuntos públicos es hoy enorme, lo
cual exige una sólida preparación. Quizá el mejor ejemplo en estas materias lo da Francia. El actual presidente Emmanuel Macron muestra en su hoja de vida largos estudios en instituciones de gran prestigio, especializadas en el manejo de los asuntos públicos. El propio Joe Biden demuestra un exitoso paso por el Congreso de su país durante 36 años.

Lo que estamos diciendo sobre la experiencia previa requerida para
desempeñar con buen suceso los cargos públicos, es válido también entre nosotros. Quienes como Gustavo Petro fracasaron en la gestión administrativa de la capital, mal pueden ahora pretender ampliar su manejo caótico a todo el país. No se requiere mucha sabiduría para concluir que los errores y malos manejos de un primer paso por la administración casi con seguridad se repetirán en un nuevo intento.

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