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Einstein y el ensimismado

La reiteración de tales marchas en el transcurso de los últimos años demuestra que el vandalismo sigue a las marchas como la sombra a la luz

2 de mayo de 2021 Por: Vicky Perea García

“Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes”. Esta frase se atribuye a Albert Einstein, cuya sabiduría ni siquiera el arrogante de Gustavo Petro pone en duda. La expresión ya mencionada se aplica a lo que está sucediendo en Colombia con las llamadas ‘marchas pacíficas’. La reiteración de tales marchas en el transcurso de los últimos años demuestra que el vandalismo sigue a las marchas como la sombra a la luz.

Las deprimentes imágenes de destrucción que ha presenciado atónito el mundo entero tras el paro del 28 de abril señalan que quienes convocan a una ‘marcha pacífica’ o saben que están atrayendo a los vándalos o están locos. En tantas ocasiones las marchas han significado destrucción de riqueza pública y privada que seguir insistiendo en este formato de protesta es absurdo.

Las cosas han llegado a tal extremo que un comprobado camorrista como el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, ha dicho algo claro y sensato: hay que repensar las formas de protesta. Es potestad de los alcaldes dar los permisos para las expresiones de inconformidad de la ciudadanía.

Por eso es inaceptable la explicación que dio el alcalde de Cali en el sentido de que la Fuerza Pública recibió la orden prioritaria de proteger a los marchistas del 28 de abril. ¿Y los ciudadanos pacíficos y los pequeños y grandes empresarios qué? ¿Y el desolado Jarlinson Pantano, qué?

Se está hipertrofiando el derecho a la protesta a expensas de otras garantías constitucionales tan importantes como esa. El derecho a la movilización de los ciudadanos, la garantía a la propiedad, el derecho a la seguridad y tranquilidad públicas. Esta situación es anómala y tiene que ser corregida para incrementar la convivencia ciudadana.

Ahora bien, dejamos a un lado a Einstein y el mundo de los efectos para analizar, aunque sea de un modo somero, las causas de la indignación de los ciudadanos. Nos encontramos de manera forzosa con la figura del ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, un acabado ejemplo del ensimismamiento de los súper técnicos.

Nadie duda de las capacidades contadísticas (hibrido de contabilidad y estadística) del ministro Carrasquilla. Debe saberse de memoria todos los textos, los análisis y la documentación relacionada con la cartera de Hacienda. Pero su desconexión con la realidad social y política es protuberante. ¿En cuál país vive Carrasquilla? No parece que habitara en Colombia, la arrasada por la pandemia y en la cual los índices de desempleo han llegado a niveles sin precedentes.

Alguna vez se sabrá porque los técnicos de Hacienda redactaron con 'nocturnidad y alevosía' una extensa reforma tributaria de 163 artículos. La reforma introduce cambios de gran calado, aunque la finalidad de los recursos siga siendo la de conservar las ayudas sociales. La magnitud de las protestas ha obligado al presidente Duque a echar marcha atrás en casi todos los puntos traumáticos.

Rara vez estamos de acuerdo con el senador de la izquierda sensata Jorge Enrique Robledo. Pero esta vez Robledo tiene razón: el ensimismado ministro Carrasquilla debe renunciar.

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Lo que se hizo a la amable ciudad de Cali con el ataque a la estatua de Belalcázar es un agravio injustificado. Y la inacción de nuestro alcalde es inaceptable. Sus explicaciones demuestran una vez más que el médico Ospina está en el lugar equivocado.

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