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De Merkel a Putin

Es contundente la definición de Karl Popper: “La democracia consiste en poder destituir sin violencia a quienes ocupan el poder”.

12 de julio de 2020 Por: José Félix Escobar

Es contundente la definición de Karl Popper: “La democracia consiste en poder destituir sin violencia a quienes ocupan el poder”. Se sabe que los seres humanos experimentan una auténtica pulsión dirigida hacia la obtención y el mantenimiento enfermizo del poder. El boliviano Evo Morales, travestido hoy en sacrificado líder popular, manipuló tramposamente las elecciones presidenciales de 2019 hasta el punto de perder la confianza del ejército de su país. Morales se dio a la fuga y finalmente recaló en Buenos Aires.

El relevo en el poder es un suceso potencialmente traumático. Dos grandes países europeos, Alemania y Rusia, se están enfrentando hoy a la posibilidad de un cambio organizado de líder o, por el contrario, a una perpetuación del dirigente en el mando. Ejemplo de lo primero es la actitud calmada y prudente de Angela Merkel, sin duda alguna la mujer más poderosa del mundo.

Su capacidad de mando la ha llevado a ocupar las más altas dignidades a nivel europeo y global. Esta física educada en la antigua Alemania Oriental experimentó la oprobiosa tiranía del prosoviético Erich Honecker hasta que la caída del muro de Berlín puso fin al gobierno del déspota mencionado. Se cuenta una anécdota de la señora Merkel:
cuando cayó el muro ella como toda la gente pasó al lado occidental de Berlín, donde descubrió que existían muchos estilos de zapatos de mujer, distintos al monótono modelo que se conseguía en Alemania Oriental.

Con toda serenidad Angela Merkel anunció que su estadía en el mando terminará en 2021. En las antípodas del acontecer mundial se encuentra el caso del líder ruso Vladímir Putin. Horneado en la Alemania Oriental de Honecker, este antiguo espía de la KGB ha demostrado que está dispuesto a aferrarse al poder hasta 2036. Con todo cuidado Putin ha eliminado antagonistas políticos, inhabilitándolos por vía judicial o electoral, al estilo de Daniel Ortega en Nicaragua.

Putin se ha propuesto alimentar el ego de los rusos, haciendo creer que es el heredero del esplendor de la antigua Rusia Zarista, para lo cual ha obtenido victorias militares significativas en Crimea y en el Oriente de Ucrania. El líder ruso no ha tenido empacho alguno en aliarse con el sanguinario Bashar al-Ásad, presidente de Siria.

La lógica estratégica ha primado en las decisiones de Putin: anexó a Crimea para defender la base naval de Sebastopol y se alió con el líder sirio para atrincherarse en el puerto ruso de Tartus sobre el mar Mediterráneo. La estrategia de potencia petrolera ha llevado a Rusia hacerse presente en Venezuela, con el suministro de armamento al chavismo, el cual pagará sus deudas cuando pueda.

Los ejemplos de Angela Merkel y Vladímir Putin ilustran dos maneras de entender la democracia: el sistema auténtico e intrincado de alianzas electorales que existen en Alemania frente al autoritarismo que solamente se vale de la vía electoral para llegar al poder y mantenerse en él. Como corolario podemos afirmar que algo va de Merkel a Putin.

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Puede exhibir decenas de títulos nobiliarios pero las actuaciones del antiguo rey Juan Carlos de Borbón son condenables. Algunos han querido inhabilitar al joven rey Felipe VI, pero autorizadas voces como la del jurista Antonio Garrigues Walker han recordado que no existen delitos de sangre. Qué bueno sería que el locuaz Gustavo Petro se enterara bien de este asunto.

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