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Balances

A partir de 2010 nuestro país adquirió altos niveles de polarización. Sus causas: el desentendimiento entre Uribe y Santos, y la política de paz asumida por Santos como un tema de gobierno y no como un asunto de Estado. Así fue como se llegó al año 2018, una etapa de terrible animadversión entre partidos y grupos políticos.

30 de diciembre de 2018 Por: José Félix Escobar

A partir de 2010 nuestro país adquirió altos niveles de polarización. Sus causas: el desentendimiento entre Uribe y Santos, y la política de paz asumida por Santos como un tema de gobierno y no como un asunto de Estado. Así fue como se llegó al año 2018, una etapa de terrible animadversión entre partidos y grupos políticos.

Las elecciones para Congreso fijaron posiciones en el espectro político, pero el evento más trascendental fue el enfrentamiento entre Iván Duque y Gustavo Petro por la Presidencia de la República.
Afortunadamente para Colombia Duque se impuso al populismo desbordado de su contrincante. ¿Se imagina alguien si el deplorable video del recolector de grandes fajos de billetes hubiera sido esgrimido contra un Petro presidente?

Pero resulta que al presidente Iván Duque, después de posesionado, le desataron una lluvia de críticas sin precedentes. Por costumbre, el primer balance de un nuevo gobernante se hace a los cien días de iniciar su mandato. No fue así con Duque. El Savonarola de la oposición, es decir, el senador Jorge Robledo soltó rayos y centellas contra el ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla, a quien condenó como corrupto apenas iniciando el debate.

Como quien dice, primero la hoguera y después el juicio. El presidente Duque, como es natural, defendió a su ministro. Entre otras cosas porque conseguir un experto de talla nacional e internacional en esas materias no es nada fácil. Al final Carrasquilla quedó como un empresario que después de su primer ministerio y antes de su actual cargo, se dedicó a sus negocios. Para un izquierdista integral como el senador Robledo, eso tiene que ser pecaminoso.

Desde luego que el presidente Iván Duque ha cometido errores, propios de quien llega a un oficio nuevo. Tales equivocaciones las ha pagado con abruptos descensos en su popularidad. Pero no puede negarse que poco a poco Duque delinea el marco de su gobierno. Su posición firme y coherente frente al ELN era algo que el país estaba esperando.

Medidas puntuales como la prohibición del consumo de narcóticos en lugares públicos fue muy bien recibida por las gentes del común. El presidente Duque demuestra firmeza de carácter, combinada con ductilidad y buen manejo de los asuntos públicos. Hace poco logró poner de acuerdo a su ministra de Educación con los grupos estudiantiles que durante más de dos meses decidieron cambiar las aulas por las calles.

Otro buen logro del presidente consistió en obtener un consenso entre trabajadores y gremios para decretar un alza del 6% en el salario mínimo. En términos del profesor Joseph Nye, Duque ejerció el “poder blando”. Pero el bandido conocido como ‘Guacho’ recibió una contundente demostración del “poder duro”. El cambio en la cúpula militar demostró que en nuestro país libertad y orden van juntos.

En los últimos días el gobierno de Duque ha seguido conformando su imagen de autoridad sin autoritarismo. Se acaba de prorrogar la restricción en el uso de armas de fuego, con unas excepciones claras, alejadas del arbitrio de los funcionarios. Como puede verse, poco a poco Iván Duque mejora su desempeño como gobernante.

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En buena hora la gobernadora del Valle revocó la orden de ampliar la Avenida Cañasgordas por el sistema de valorización. Después del descalabro en la ejecución de las 21 Megaobras, el instrumento de la valorización perdió todo prestigio.

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