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Vaina seria, ole

“Qué vaina jarta, ala”, debe decirle a su esposa, al mejor estilo...

14 de octubre de 2010 Por: Jorge Restrepo Potes

“Qué vaina jarta, ala”, debe decirle a su esposa, al mejor estilo bogotano, el presidente Santos por el regreso a la arena política de Álvaro Uribe, pues desde ya se vislumbra que no viene en plan de colaborar con su ex ministro de Defensa sino a pasarle cuenta de cobro por lo que él y sus conmilitones consideran independencia imperdonable.Como Santos inició su mandato con un discurso, escuchado por Uribe a metro de distancia, en el que manifestó que con él se iniciaba un estilo de gobierno totalmente diferente al anterior, eso al rijoso ex presidente le cayó como una patada en salva sea la parte. De allí en adelante llovieron los mandobles santistas al sacrosanto templo uribista: un gabinete de alta jerarquía, desligado de compromiso con el saliente mandatario; un llamado a la unidad nacional, incorporando a ella a liberales y a Cambio Radical, ambos detestados a muerte por Uribe; y unos proyectos de reformas constitucionales y legales que levantaron ampollas en la sensible epidermis del combativo antioqueño. Para no mencionar la recomposición de relaciones con Venezuela y Ecuador.La Ley de Víctimas, ya presentada, y la Ley de Tierras, próxima a llegar al Congreso, acabaron con la poca paciencia que le quedaba, y por eso Santos, en acto que no acabo de entender, envió como embajador ante el trono al ministro de Agricultura para tratar de convencer a Uribe de las bondades de esas iniciativas, lideradas por Juan Camilo Restrepo, uno de los más ácidos críticos del régimen uribista. Intento vano, pues en la primera se habla de reparar a las víctimas que lo hayan sido por bandas criminales e inclusive por agentes del Estado, y esto último Uribe lo había vetado cuando se propuso hace unos años. Y ni hablar de la de Tierras pues invierte la carga de la prueba para que sean los actuales tenedores quienes demuestren que las poseen de buena fe y que sus títulos son legítimos. Eso también es un hueso muy difícil de roer aun por los fuertes colmillos de Uribe.En enero próximo Álvaro Uribe Vélez, convertido en jefe supremo del Partido de la U, convocará a su hueste con miras a las elecciones de octubre de 2011 en que se elegirán alcaldes, gobernadores, diputados y concejales. Irá de plaza en plaza arengando a sus parciales para que voten a sus candidatos para que no haya margen de error en sus afinidades. Seguramente, rememorando a Rojas Pinilla, habrá juramento de lealtad y de obedecimiento a sus consignas para que no salga por ahí otro díscolo Juan Manuel que resuelva tener vuelo propio porque el disenso se elevará a crimen de lesa patria.Naturalmente que yo, como demócrata integral que soy, considero que Uribe está en todo su derecho de hacer y deshacer en la política criolla. Pero será flaco el servicio que le prestará a esta Colombia que dice tanto amar, pues su presencia no será para unir sino para traer mayor polarización a una sociedad que no quiere instituciones en guerra ni más dirigentes agresivos.Si el presidente Santos ha logrado crear un ambiente de distensión en los espíritus y si se ha rodeado de gente competente para sacar adelante sus planes de gobierno, no es sano que alguien de la intransigencia de Uribe trate de crear un gobierno paralelo para obstaculizar al titular. Por eso tiene razón el Presidente al exclamar “qué vaina jarta, ala”. En Tuluá, con acento lugareño, diríamos “qué vaina seria, ole”.

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