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Sabotaje

La segunda acepción de sabotaje que trae el Diccionario de la Real...

8 de diciembre de 2011 Por: Jorge Restrepo Potes

La segunda acepción de sabotaje que trae el Diccionario de la Real Academia Española, reza: “Oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, ideas, etc.”, y se me ocurre que eso es lo que está haciendo Álvaro Uribe contra el Gobierno de Santos, pues su enconada arremetida contra el Presidente en el convite al que fue invitado en Bogotá por los opositores de Chávez, no deja duda de cuál va a ser el sirirí que tendrá que soportar hasta que se le acabe la paciencia.Hay gente que sostiene -mi mujer incluida- que Uribe sobrevive en el imaginario colectivo porque sus críticos nos encargamos de mantenerlo vigente al comentar sus declaraciones, casi siempre salidas de tono por lo agresivas. Y los que me insultan tan sabroso los jueves tienen un término –monotemático– para significar que este columnista no suelta a Uribe a ninguna hora, lo cual no es cierto, pero aun si lo fuese, debo responder que el caballero que ocupó por ocho años la primera magistratura sigue siendo figura de primer orden y que quienes somos comentaristas políticos como es mi caso, no tenemos otro camino que referirnos a lo que haga y diga el expresidente.No me mueve el odio, pues esa es pasión mezquina que no albergo ni siquiera contra los que me han hecho daño. Por Uribe siento pena de ver cómo alguien que tuvo todo en sus manos para ingresar a la nómina de los próceres de la República, se dedicó a personalizar su gobierno para perpetuarse en el mando, creando tremenda polarización, pues la sociedad colombiana se partió en dos: los que estábamos con las instituciones y los que fomentaron la reelección que, de no haber fracasado, hubiera dado al traste con el sistema político que los colombianos hemos forjado en 190 años de perfunctoria democracia.Lo que hizo Uribe con los venezolanos reunidos en Bogotá, a quienes incitó a redactar un manifiesto de protesta contra Santos por su visita a Chávez el 28 de noviembre es, para decirlo con la autoridad de los académicos de la lengua, sabotaje al proyecto del actual presidente de mejorar la relación con el vecino país. Cómo sería de perverso el intento que el propio secretario de la Mesa de Unidad Venezolana, que agrupa el antichavismo, le pidió a Uribe que no los utilizara para hacerle oposición a Santos.Si el señor Uribe tiene reparos a la política exterior del actual Gobierno, debe exponerlos en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, en la que tiene asiento como expresidente, y a la que no va nunca, seguramente para no verse ni con Santos ni con Pastrana. Pero aprovechar la presencia en Colombia de los opositores al régimen venezolano para intentar que ellos presentaran un manifiesto público expresando que el presidente colombiano los tiene “desconcertados” por preferir salvar $400 millones que los de allende la frontera oriental le deben a industriales colombianos con olvido de los valores democráticos, fue pretender sabotear el viaje de Santos a Venezuela. Y, naturalmente, ya hay voces que alertan sobre la próxima intromisión de Uribe en la política ecuatoriana.Me atrevo a sugerir que alguien le diga al expresidente que las relaciones internacionales corresponden exclusivamente al Presidente de la República, que las puede deteriorar como él lo hizo, o mejorar, que es lo que quiere Santos. No es el comercio fronterizo. Es la estabilidad de la región, que se logra con guantes de seda y no con guantes de boxeo.

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