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Rojas Pinilla (3)

El Senado juzgó a Rojas y lo declaró indigno en el ejercicio del cargo que ejerció por cuatro años. Tiempo después, la Corte Suprema de Justicia lo rehabilitó y le devolvió la totalidad de sus derechos políticos.

7 de julio de 2021 Por: Jorge Restrepo Potes

Cierro esta saga con mi versión de la actividad política de Gustavo Rojas Pinilla, una vez expulsado de la presidencia por la presión que hicieron los líderes de la oposición y los empresarios, que acordaron un paro nacional que culminó el 10 de mayo de 1957, cuando Rojas designó para sucederle a cinco altos oficiales.

Relaté aquí que en Rojas depositó el país su esperanza de recuperar la paz política, perdida con esa atroz violencia de once años, en la que se rompieron todos los diques de la tolerancia porque los colombianos nos convertimos en tribus antagónicas, que parecían irreconciliables.

Rojas pasó de héroe a villano. Su ideología de extrema derecha y sus ansias de enriquecimiento torticero dieron al traste con el respaldo de la gente. Era difícil entender el cambio tan brusco de un hombre que entró por la puerta grande en la historia patria y salió por la puerta cochera del palacio presidencial.

El Senado juzgó a Rojas y lo declaró indigno en el ejercicio del cargo que ejerció por cuatro años. Tiempo después, la Corte Suprema de Justicia lo rehabilitó y le devolvió la totalidad de sus derechos políticos.

Rojas regresó a Colombia, ahora convertido en jefe de Alianza Nacional Popular -Anapo-, un partido que fue tomando auge descomunal. Con su hija María Eugenia recorrió el territorio y en todas las plazas sacaba del bolsillo una yuca y preguntaba al pueblo cuánto costaba el tubérculo en su gobierno y cuánto valía ahora en el gobierno de la oligarquía. Y la masa se tragaba el cuentazo.

Con la historieta de la yuca, él y su hija se fueron adueñando del electorado. Se hicieron con el control de muchos concejos, asambleas, y lograron curules en Cámara y Senado. En diciembre de 1969, Anapo inscribió a Rojas como su candidato para la elección presidencial del 19 de abril de 1970.

El Frente Nacional elegiría ese año el último presidente del sistema, que tenía que ser conservador. Al final quedaron dos aspirantes: Evaristo Sourdis y Misael Pastrana, que empataron en la convención goda. A este último, los presidentes Lleras Camargo y Lleras Restrepo lo pasearon por varios ministerios, y el segundo lo nombró embajador en Washington.

Sus copartidarios detestaban a Pastrana. Álvaro Gómez gritaba que un tipo que no había sido ni concejal de Neiva, su ciudad natal, no podía ser presidente. Pero los dirigentes liberales estaban jugados por el protegido de doña Bertha, la poderosa cónyuge de Mariano Ospina Pérez, el más fuerte líder conservador del momento. En la convención azul, Ospina dirimió el empate y votó por Misael.

Llegó entonces el 19 de abril, y allí estaban Pastrana y Rojas Pinilla en la puja por el poder. Al cierre de las urnas, el exdictador ganaba la contienda democrática. A las seis de la tarde se fue la luz en Bogotá, y Carlos Augusto Noriega, ministro de Gobierno de Lleras Restrepo, ordenó suspender los comunicados electorales. El ‘Tigrillo’, como le decían a Noriega, fue a la Registraduría, y al amanecer del 20 el nuevo presidente era el risueño Misael Pastrana Borrero.

Los rojistas montaron en cólera y pretendieron dar golpe de Estado. Lleras impuso la ley marcial con toque de queda, y Rojas fue puesto preso en un barco de la Armada surto en el Caribe. Así el país escapó de tener de nuevo a “don Próspero Vaquero” haciendo de las suyas en Palacio.

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