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Recordando a Camus

El premio Nobel francés -argelino para ser exactos- sostenía que “la patria...

24 de octubre de 2013 Por: Jorge Restrepo Potes

El premio Nobel francés -argelino para ser exactos- sostenía que “la patria es la Selección Nacional”, esto es, el equipo de fútbol que compite en los torneos mundialistas con el uniforme de una determinada nación. Pienso que el autor de La Peste y El Extranjero, muerto prematuramente en un accidente de tránsito, estaba en lo cierto. Y esto pude comprenderlo a cabalidad el 11 de octubre cuando el equipo colombiano perdía 0-3 y logró empatar el encuentro frente a Chile, que también se jugaba la posibilidad de ir al mundial en Brasil el año venidero.Ese día necesitábamos un punto para adquirir el tiquete al certamen brasileño, jugábamos en casa con cuarenta mil gargantas gritando apoyo en el Estadio Metropolitano de Barranquilla. Y cuarenta y cinco millones de compatriotas regados por la vasta geografía nacional, que con los corazones a ritmo acelerado veíamos en televisión lo que ocurría en La Arenosa.Cuando el morocho árbitro brasileño pitó el penal contra Colombia, esos mismos corazones infartaron, y luego vino la tremenda goleada, increíble a un cuadro tan bien estructurado como el nuestro. Pero el fútbol es así y tocó tragarnos esos tres sapos y postergar hasta el martes siguiente la posibilidad de competir en el máximo certamen de la Fifa.Pero llegó el intermedio y ahí, en el camerino, estaba ese genio del fútbol que es José Néstor Pékerman, con su figura de convaleciente de tifo, demacrado y pálido, que cogió a esos muchachos y les hizo ver que ellos no eran inferiores a los chilenos, que ocupaban ese lugar de la tabla con puntos ganados con fútbol excelente, y que cuando estaban a centímetros de escuchar La chica de Ipanema en Río de Janeiro, no había razón para sucumbir en el momento supremo. Que no se podía postergar la aspiración hasta el juego en Asunción, y que del presidente Santos para abajo, los colombianos necesitábamos ese estímulo vital en un instante de incertidumbre como el que ha vivido Colombia en los últimos días.Y sí señor, la voz cansina de Pékerman en la que ya ni el acento argentino se le siente, los conminó a alcanzar el triunfo, que era el empate. Había que hacer tres goles. Esa fue la consigna. Esa fue la orden.Y los jugadores, desde Ospina hasta Cuadrado, atendieron el mensaje que interpretaba a todo el país, y saltaron a la cancha de Barranquilla como verdaderos leones. Por eso llegó el gol de Teo y los dos penales cobrados magistralmente por Falcao. En el de la igualdad, me pareció que invocó a Dios cuando puso el balón en el punto blanco de los doce pasos. Golazo. Por eso se quitó la camiseta, convertida en el tricolor nacional para agitarla al viento, así le mostraran la tarjeta amarilla que le impediría jugar contra Paraguay. Yo que suelo ser parco en la exteriorización de las emociones, no me pude contener y en un sitio lleno de gente me arrodillé con los brazos en cruz para dar gracias al Señor por esa hazaña.En el estadio Defensores del Chaco de la capital paraguaya también se ganó con alta dosis de pundonor deportivo, con varios jugadores juveniles en los que se ve abierto su futuro en el balompié mundial. Pékerman debe aceptar la ciudadanía colombiana que le ofreció el presidente Santos. Me sentiría inmensamente complacido de ser su compatriota pues hizo renacer la fe en nosotros, eludiendo los compadrazgos que ponían en práctica muchos de sus antecesores. Tenía razón Camus: “La patria es la Selección Nacional”.

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