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¡Qué indignidad!

Agradezco a Humberto de La Calle el sacrificio que hizo al presentarse como candidato de un partido que no lo merecía, como Colombia no merece un presidente de sus condiciones de hombre de Estado.

30 de mayo de 2018 Por: Jorge Restrepo Potes

Agradezco a Humberto de La Calle el sacrificio que hizo al presentarse como candidato de un partido que no lo merecía, como Colombia no merece un presidente de sus condiciones de hombre de Estado. Hace una semana escribí que si De la Calle obtenía un voto, sería el mío. Pues bien, hubo 400.000 liberales que tuvieron el mismo impulso y sufragaron por quien representa lo que subsiste de los viejos principios liberales, ajenos al clientelismo, a la corrupción, a la compra de votos, a las trapisondas. Humberto de la Calle puede retirarse a disfrutar de la tranquilidad de su hogar y a atender asuntos profesionales en su oficina de abogado.

Quiero decirle que él ha sido en el período posterior al Frente Nacional el mejor candidato liberal y que esos 400.000 liberales esperamos que antes de sustraerse de la actividad pública nos deje su atinado consejo para saber qué hacer en la segunda vuelta.

Ignoro lo que harán los dirigentes liberales ante el estruendoso fracaso del expresidente César Gaviria al frente de la Dirección Nacional, en la que hizo todo lo posible por obstaculizar el triunfo del candidato. La consulta absurda de noviembre desarticuló la base liberal y estimuló la tremenda división interna. Su alejamiento en la elección parlamentaria de marzo, cuando se fue al Lejano Oriente dejando a sus copartidarios al garete. Y ahora ese tibio apoyo a De la Calle, que daba a entender que sus pretensiones políticas iban por otro lado. Y ahora, contradiciendo todo el ideario liberal, resuelve aliarse con Uribe y Duque, en una negociación torticera. Increíble.

He vivido lo bastante para juzgar que un gobierno manejado a la sombra por Álvaro Uribe, sería desastroso para Colombia. Pero si esa es la decisión del pueblo, como demócrata convencido acataré el fallo de las urnas y confío en que lo que queda de mi partido, en todos los escenarios públicos, asuma, en el evento de ganar Duque, una posición menos indigna que este pacto simoniaco, porque tiene de fondo la candidatura presidencial en 2022 de su hijo Simón.

Asombroso el derrumbe de Germán Vargas Lleras, pero previsible por esos saltos de garrocha que lo condujeron al desastre. Pasó de Cambio Radical a inscribirse por firmas y se situó a la derecha del espectro, ya copado por Uribe y su marioneta, y al ver el error, da reversa y trata de acomodarse en el centro, pero ahí estaban ya instalados Fajardo y De la Calle. Y todo jugó en favor de Petro que puede dar la gran sorpresa el 17 de junio.

Por primera vez en la historia política nuestra se enfrentan una derecha capitaneada por un líder de inmenso poder de convocatoria, que ha subyugado a muchos compatriotas. Como la Corte Constitucional le cerró toda posibilidad de aspirar de nuevo a la presidencia, allí encontró un hombre dócil, que a mí se me antoja parecido al Mariano Ospina Pérez de 1946 que halló Laureano Gómez como trampolín para alcanzar luego el poder. Del otro lado está Gustavo Petro que no muestra una radicalización de extrema izquierda sino a un intérprete de la inconformidad que bulle en el alma de muchos colombianos.

Esperemos la determinación que tomen los dirigentes liberales auténticos, empezando por encontrar reemplazo provisional para Gaviria, mientras se reúne una nueva convención roja. El expresidente debe renunciar, por un simple asunto de dignidad. Estaré atento. Estas tres semanas son decisivas para la suerte de Colombia.

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