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¿Qué dice Antioquia?

La pregunta con la que titulo esta nota la hacía el presidente Alfonso López Pumarejo cuando pretendía adelantar una iniciativa de su Gobierno que podía causar inquietud a sus compatriotas.

28 de agosto de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

La pregunta con la que titulo esta nota la hacía el presidente Alfonso López Pumarejo cuando pretendía adelantar una iniciativa de su Gobierno que podía causar inquietud a sus compatriotas.

La interrogación del líder liberal era comprensible pues por Antioquia pasaba el meridiano intelectual y político, y lo que allá se opinara tenía gran influjo en la marcha del país.

En efecto, Antioquia es el departamento más importante de Colombia –Bogotá no cuenta porque es Distrito Capital–, no por sus ciudades –el Valle tiene más centros urbanos– sino porque Medellín en cualquier puesto que se le asigne es la más bella y mejor planificada ciudad, nadie lo duda, y si lo duda, vaya hoy a ver ese prodigio que han logrado los habitantes de la Villa de la Candelaria.

En el Siglo XX tuvo tres presidentes de la República: Carlos E. Restrepo, Marco Fidel Suárez y Pedro Nel Ospina, y uno más en el que corre, Álvaro Uribe Vélez. Y mucha gente destacada como José Gutiérrez Gómez, que presidió la Andi por varios periodos; grandes literatos como Tomás Carrasquilla y Manuel Mejía Vallejo; empresarios de la talla de Carlos J. Echavarría de Coltejer, y John Gómez Restrepo, fundador de Familia. Deportistas consagrados como ‘Cochise’ Rodríguez y tantos otros que nos han colmado de emoción en las justas internacionales.

Es un destino turístico fantástico. Visitar pueblos como Jardín y Santa Rosa de Viterbo, de donde salen las preciosas vajillas, es una delicia. Para no hablar de la gastronomía paisa en la que los ‘frisoles’ con garra y el mondongo tienen fama universal. Y hasta idioma propio tienen: “yo no hablo español, sino antioqueño”, me dijo un amigo de poncho y carriel de nutria.

Por mis venas corre sangre antioqueña porque mis dos abuelos paternos, el uno de Andes y la otra de Medellín, tenían como timbre de orgullo su ancestro montañero, del que heredaron su descomunal capacidad de trabajo.

Todos esos adornos han llevado a los antioqueños a creerse superiores al resto de los colombianos, y asumen que la Nación debe salir siempre a enjugar las deudas departamentales y municipales, como retribución al porcentaje que aportan al Producto Interno Bruto.

Todo eso puede ser verdad pero a veces se les va la mano, como pasó con el Metro de Medellín que costó tres veces más de lo presupuestado y el Tesoro Nacional –es decir todos- tuvo que salir al rescate, pagando algo así como dos mil millones de dólares.

Y ahora se nos viene encima el problema de la Central Hidroeléctrica de Ituango, en la que por errores en su planeación y ejecución afronta severos riesgos para llegar a una conclusión feliz.

Ese macroproyecto del que Empresas Públicas de Medellín es propietaria y ejecutora de la obra, ha causado gravísimos daños ambientales, y puso a las comunidades que habitan las riberas del río Cauca en peligro inminente de una avalancha que podría resultar peor que la de Armero.

El gerente de esa empresa, que ha sido ejemplo para sus similares del país, dice que la cota de la presa ya subió lo necesario; que se están evaluando los daños sufridos por la casa de máquinas; que nuestra segunda arteria fluvial retornará a su flujo normal; que solamente se retrasará la generación de energía cuatro años; y que únicamente de cuatro billones de pesos será el sobrecosto. Una bicoca, digo yo.

¿Sabe quién pagará ese sobrecosto? Respuesta: yo, tú, él, nosotros, vosotros y ellos.

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