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Qué chicharrón

Al perder competencia por la renuncia de Álvaro Uribe a su curul senatorial, la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió enviar a la Fiscalía General de la Nación el proceso .

2 de septiembre de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

Al perder competencia por la renuncia de Álvaro Uribe a su curul senatorial, la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió enviar a la Fiscalía General de la Nación el proceso que por fraude en actuación penal y soborno de testigos adelantaba contra el dirigente político.

Al frente de la puerta falsa del Templo de San Francisco, la cafetería Nueva Santafereña exhibe en la vitrina unos chicharrones apocalípticos, que cuando yo no le temía al colesterol, los consumía con frecuencia. Son de descomunal tamaño y de sabor exquisito. Con las dos arepas que dan de ñapa, resultan delicioso manjar. De los dioses, podría decirse.

Pues bien, como la Sala de Instrucción decidió mandar el ‘affaire’ Uribe a la Fiscalía, al cuestionado Francisco Barbosa le cayó un chicharrón de más difícil digestión que los que expenden en la Calle 10.

Porque mire usted el lío de Barbosa. Todo el país sabe que llegó al ente investigador ternado por su íntimo amigo Iván Duque, obviamente con el beneplácito de Uribe pues el presidente no daría ese paso sin el visto bueno del ‘presidente eterno’. Los colombianos sabemos que el Fiscal es uribista clase A, y que sus copartidarios del Centro Democrático esperan que su despacho no le impute cargos ante un juez, y que, por el contrario, dicte auto ordenando el archivo del expediente, lo que pondría a Uribe en la calle, aclamado por sus parciales y listo a continuar su batalla para salvar la Patria, en peligro de caer en el ‘castrochavismo’.

Esa providencia liberadora, al desechar las pruebas contenidas en los 1554 folios del auto que dispuso la detención domiciliaria, lo haría quedar como un tiesto ante la CSJ, que fue la que lo nombró, pues le daría razón a Uribe cuando grita que esa es una instancia judicial de procedimientos mafiosos y controlada por la izquierda comunista. No la tiene fácil este otro Pachito.

Como en mi juventud fui Juez Superior y en ese ejercicio tuve que estudiar expedientes con más folios que los del auto en comento, no tuve reparo para leerlo en su totalidad. No creo que muchos de sus censores lo hayan hecho, porque si se hubiesen tomado el tiempo para ello, no estarían diciendo tantas inexactitudes.

Allí no se trata solamente de los testimonios de dos reos -Monsalve y Vélez-. Allí hay otras pruebas que la defensa califica de simples “inferencias”, pero que quienes hemos cursado derecho en universidades de prestigio llamamos indicios, “que de la verdad al pórtico conducen”, como le dijo el pérfido Yago a Otelo cuando éste, presa de los celos, le pidió pruebas de la infidelidad de Desdémona.

No entiendo cómo un hombre inteligente como Uribe, que ha sido alcalde de Medellín, gobernador de Antioquia, representante y senador, dos veces presidente de la República, esté a estas alturas de su senectud metido en estos embrollos judiciales, que por bien librado que salga le habrán quitado tranquilidad del espíritu.

Cuando la democracia, así sea perfunctoria como la nuestra, le ha dado todo lo que un político puede ambicionar, lo sensato sería retirarse, no a los cuarteles de invierno sino al goce de su entorno familiar y a las labores campestres, que tanto le fascinan.

Veremos cómo maneja ese chicharronazo -tipo acordeón vallenato- el distinguido y aprovechado exalumno de la Sergio Arboleda.

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