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Puerto innecesario

La idea de Tribugá es descabellada. Ni el Eje Cafetero, ni la Nación cuentan con esas reservas para llevarla a cabo, porque fuera de la inversión en lo que se refiere al puerto, habría que señalar cuál será el...

26 de junio de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

En mis años universitarios, los colombianos veíamos a Caldas como un departamento ejemplar, no solo por haber logrado levantar tantas ciudades en los riscos de la Cordillera Central sino también porque muchos de los personajes que figuraban en la escena pública eran oriundos de esa región.

López Michelsen llegó a afirmar que Colombia es café o no es, y Caldas era el gran productor del grano que constituía nuestro principal producto de exportación, al punto de que don Manuel Mejía, presidente por muchos años de la Federación Nacional de Cafeteros era reconocido como uno de los colombianos de mayor importancia.

Pero es que, además, de Caldas salían los ministros, y los gerentes del Banco de la República, y los grandes líderes políticos de ambos partidos, el Liberal y el Conservador, que dividieron la opinión durante el Siglo XX. En literatura, Silvio Villegas; en oratoria, Fernando Londoño y Londoño; en política, Gilberto Álzate Avendaño, a mi juicio el más destacado líder godo de su generación, a quien sus mismos correligionarios le impidieron llegar a la Presidencia de la República.

Manizales ejercía una especie de reinado sobre toda la zona cafetera y eso produjo la rebelión que terminó desmembrando el territorio caldense en tres departamentos. Ancízar López López, senador liberal, tomó la bandera del Quindío hasta que el Congreso lo convirtió en departamento. Luego mi copartidario Camilo Mejía Duque empuñó la del Risaralda, y yo, como representante a la Cámara voté afirmativamente la ponencia presentada por mi paisano Jorge Caro Copete.

Esos tres entes territoriales tomaron la iniciativa de Antioquia -madre de todos ellos- y les ha entrado la ventolera de tener un puerto en el Pacífico -Tribugá-, que, a mi juicio, no tiene sentido, pues en el Atlántico existen Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, más los desarrollos sectoriales privados que mueven carbón, carga a granel y petróleo, y en el Océano Pacífico están Buenaventura y Tumaco con servicios complementarios para el desarrollo del comercio exterior, tanto de importación como de exportación.

La idea de Tribugá es descabellada. Ni el Eje Cafetero, ni la Nación cuentan con esas reservas para llevarla a cabo, porque fuera de la inversión en lo que se refiere al puerto, habría que señalar cuál será el costo de la infraestructura, en nuevas vías carreteables y ferrocarriles para manejar los volúmenes de carga.

De otra parte, la carretera y la vía férrea para comunicar a Tribugá con el resto del país, serían de altísimo costo, no solamente por el dinero sino por el daño ambiental que producirían. Además de lo que sería la construcción del nuevo terminal marítimo, hay que hacer una ciudad nueva para albergar a la inmensa cantidad de gente que trabajaría allí y a la mucha que se desplazaría para sus actividades comerciales, empezando por hoteles de categoría.

Los puertos son sitios de tránsito de los productos de importación y exportación que deben permitir por su localización que los costos de transporte sean menores entre el sitio de producción y el terminal.

Con las sumas que se destinarían a este atrevido proyecto ‘cafetero’, se haría de Buenaventura lo que hace muchos años está en mora de ser. Una linda ciudad, con servicios públicos perfectos, con educación, salud, y demás componentes que constituyan el ambiente amable para sus habitantes. Volvamos a nuestra ciudad costera el verdadero ‘bello puerto de mar’.

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