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'Pena, penita, pena'

Los delincuentes saben que la ley les da cierta patente de corso para sus fechorías pues si el Estado los captura, negocian con el fiscal, y el juez avala el acuerdo, y hacen cálculos matemáticos, especialmente en los delitos con trasfondo económico.

30 de marzo de 2022 Por: Jorge Restrepo Potes

Lola Flórez, ‘La Faraona’, célebre cantante española, interpretaba el tema cuyo título es el mismo que me sirve para esta nota, y al que apelo para referirme a un asunto que tiene en jaque al sistema judicial colombiano, en cuanto hace relación con las sentencias que se imponen a los transgresores de las normas del Código Penal.

En mis años universitarios, en el Externado de Colombia no había mayor inclinación del estudiantado por esa rama del derecho, y sólo años después uno de los más brillantes de mi promoción, Alfonso Reyes Echandía, logró que en ese reducto de la libertad se adelantara con más intensidad el estudio de la Criminología. Reyes, hasta el día de su trágica muerte en el Palacio de Justicia, fue el artífice de ese impulso, y por eso hoy intervienen en el foro distinguidos penalistas egresados del Externado.

Rafael Poveda Alfonso -Penal General- y Gustavo Rendón Gaviria -Procedimiento Penal- fueron mis profesores de esas asignaturas. Antes de mi ingreso a la vieja sede del barrio Santafé, sabía de la existencia de Poveda, porque ‘mojaba prensa’ con frecuencia al aparecer en audiencias que hacían mucho ruido, como las que hubo en el proceso que se adelantó contra el italiano Angelo Lamarcca, acusado de asesinar a su esposa, la otoñal y rica Teresita, quien apareció cortada en trozos en una maleta. El país siguió el curso del juicio, conocido como el de ‘Teresita, la descuartizada’, y el doctor Poveda, defensor del sindicado, se volvió personaje de actualidad.

Rendón Gaviria era el arquetipo del académico. Elegante, con manejo exquisito del idioma, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, fue autor de excelente obra de Derecho Procesal Penal.

Lo que aprendí de este par de juristas me sirvió después para ejercer las funciones de juez en despachos de Buga, como Penal de Circuito y Superior, que presidía las audiencias con intervención de jurado.

Toda esta introducción para decir que ni en los años de estudiante ni en los de juez, escuché hablar de casa por cárcel, ni de subrogados penales, ni de acuerdos entre reos y fiscales para convenir fallos menos duros, ni nada de lo que hoy es pan de cada día.

Ahora, como en la tonada de ‘La Faraona’, hay pena, pero casi siempre penita. Los delincuentes saben que la ley les da cierta patente de corso para sus fechorías pues si el Estado los captura, negocian con el fiscal, y el juez avala el acuerdo, y hacen cálculos matemáticos, especialmente en los delitos con trasfondo económico.

Es increíble que alias ‘Matamba’ haya dado cinco millones de dólares para que algunos guardianes de La Picota se hicieran de la vista gorda para escapar. Los cómplices establecieron la relación costo beneficio de su conducta delictiva, pues saben que esa coima convertida en moneda nacional arroja una cifra parecida a veinte mil millones, y entonces negocian, y las condenas -si las hay- serán de pocos años, al cabo de los cuales esos billetes verdes les darán posibilidad de ‘rehabilitarse’ y convertirse en miembros apreciados de la sociedad.

El Congreso debe revisar esa atrocidad. No hay ninguna posibilidad de conseguir paz y tranquilidad si no tenemos la certeza de que quienes violen la ley cumplan las penas, tal y como están establecidas.

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