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Pachito

Pachito es uno de los seis hijos de Hernando Santos, director de El Tiempo por muchos años, y Helena Calderón, ambos liberales de noble estirpe.

11 de diciembre de 2019 Por: Jorge Restrepo Potes

Pachito es uno de los seis hijos de Hernando Santos, director de El Tiempo por muchos años, y Helena Calderón, ambos liberales de noble estirpe. Hernando fue siempre defensor de la institucionalidad y pienso que por el férreo apoyo del periódico no cayó de la presidencia Ernesto Samper, acosado por el lastre del Proceso 8000. Helena fue activista del grupo de mujeres que tuvo participación en el paro nacional que tumbó a Rojas Pinilla, en 1957.

Pachito ha sido siempre la oveja negra del clan familiar, uno de los beneficiarios del obsequio que de sus acciones en El Tiempo hizo Eduardo Santos, que volvió millonarios a los veinte afortunados entre los que el expresidente dividió la empresa. De los que llamó a reparto el prócer liberal recuerdo a Enrique Santos Castillo, Daniel Samper Pizano, Abdón Espinosa y Fernando González-Pacheco.

Eso era un billete grande. Años después, los accionistas vendieron el 50% al Grupo Prisa, y luego el resto a Luis Carlos Sarmiento. Y como Hernando falleció, Pachito entró a disfrutar del legado.

Naturalmente, Pachito desde muchacho ingresó a laborar en el diario, para el que escribía columna semanal. Necio e irreverente, casaba pelea con todo el mundo, y después con su primo hermano el presidente Juan Manuel Santos, a quien calificaba de traidor por haberse apartado del huerto de Álvaro Uribe, que tuvo la osadía de llevar a Pachito a la vicepresidencia.

En ocho años de vicepresidente no acertó una y tuvo salidas espeluznantes como aquella en que afirmó que para controlar a los revoltosos estudiantes debía la Policía reducirlos con descargas eléctricas.

Terminó el gobierno Uribe y Pachito desapareció hasta que su partido volvió al Poder y el jefazo le ordenó a Iván Duque que lo pusiera en la más importante misión diplomática: la embajada en Estados Unidos, y ahí fue Troya pues nuestro hombre en Washington no dio pie con bola, y como si la mediocridad no fuera bastante, invitó a Claudia Blum, nombrada pero no posesionada canciller, a una conversación privada en hotel del DC, que Pachito confundió con una sede alterna del CD (Centro Democrático).

Ahí Pachito y Claudia se despacharon contra miembros ilustres del gobierno Duque, y para desgracia de ambos su charla fue grabada y el país descubrió a un par de desleales lengüilargos. El primero dijo que Guillermo Botero fue ministro inepto pues jamás iba a Washington y que no sabía inglés, y que de Defensa no sabía nada.

Pero lo peor fue la andanada contra Carlos Holmes Trujillo: que no tenía agenda; que le pedía concertar citas en la capital gringa y no las cumplía; que su labor en la Cancillería era nula. Y para rematar, afirmó que el Departamento de Estado norteamericano había sido destruido por la administración Trump. Blum no se quedó callada y dijo que Trujillo solo hacía política en el Ministerio. Con amigos así…

Si Duque no fuera Duque, Pachito ha debido ser destituido sin miramientos, y reversado el nombramiento de la dama vallecaucana. Al contrario, llamó a Santos a dar explicaciones y lo ratificó en el cargo a cambio de que presentara una tibia excusa a los ofendidos, y posesionó a Blum.

Lo triste del caso es que Carlos Holmes no se inmutó. Debió condicionar su continuidad en el Gabinete al retiro de los dos chismosos desleales. La obsesión por ser ‘el que diga Uribe’ en 2022 lo hizo pasar por encima de su dignidad. Vivir para ver, decía López Michelsen.

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