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Ospina y Roldán

Los columnistas de aquí y de allá, cuando van a referirse a los nuevos alcaldes y gobernadores, inician sus escritos con un lugar común que ya han patentado.

22 de enero de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

Los columnistas de aquí y de allá, cuando van a referirse a los nuevos alcaldes y gobernadores, inician sus escritos con un lugar común que ya han patentado: “A pesar de que no voté por el alcalde X o por el gobernador o gobernadora Y”, y enseguida sueltan sus opiniones sobre lo que ven de bueno o de malo en esos funcionarios e incluso, les formulan programas de gobierno.

Hoy también voy a incurrir en el lugar común para decir que el día comicial, para alcalde lo hice por Alejandro Éder y para gobernador por Óscar Gamboa, por considerarlos -los sigo considerando- las mejores opciones que había en los tarjetones. No obtuvieron el triunfo, pero no me siento desencantado pues Éder es un joven político que tiene abiertas las puertas del futuro, como ejecutivo de altos valores intelectuales; y Gamboa es, de veras, un auténtico personaje que no contó con los recursos suficientes para hacer llegar su mensaje a todo el electorado vallecaucano, atrapado en una campaña en la que el dinero y la participación oficial fueron determinantes en los resultados que se dieron.

Sí, no voté a Jorge Iván Ospina pero me siento satisfecho por su nueva llegada al CAM porque ahora veo en él un hombre reposado, con un programa atractivo para la ciudad, que él bien conoce por haber desempeñado el mismo cargo unos años atrás.

Su mensaje incluyente, su deseo de hacer factible el tren de cercanías que una a Cali con Jamundí, Yumbo y Palmira, con ramal al aeropuerto Bonilla Aragón, es una obra urgente que le cambiaría la cara a la región y generaría gran desarrollo.

Ospina tiene que adelantar su plan de movilidad pues todos los gobiernos anteriores ofrecieron mejorarla y fracasaron, y la opinión muestra su descontento con un tránsito vehicular que es un caos, en el que los motociclistas son los amos de las escasas vías.

Y, desde luego, el tema de seguridad, que es alarmante porque a la gente del común nada le dice que los homicidios bajaron determinado porcentaje, y que los atracos y hurtos de celulares mermaron, pues no siente esos descensos. A la gente lo que le interesa para que desaparezca el temor es poder parar en un semáforo sin que los delincuentes, arma en mano, exijan entrega de pertenencias.

Tengo fe en Ospina. Ojalá no nos defraude.

Escuché con atención el discurso de posesión de Clara Luz Roldán y me pareció bien hilvanado y sensato. También está jugada, como es obvio, por el tren de cercanías, y para hacer del Valle y especialmente Cali lugares seguros. Pienso que con el alcalde Ospina la gobernadora Roldán puede formar una excelente llave administrativa.

Con todo respeto, le insinuaría a la gobernadora que demuestre desde ahora que no es a Dilian Francisca Toro lo que Iván Duque es a Álvaro Uribe y que ejerza su mandato sin las muletas de la exgobernadora. Confiemos en Dios.

Naturalmente el fenómeno de la corrupción que permea a tantas instancias oficiales de Colombia, no es ajeno al Valle del Cauca. Todos los nuevos funcionarios dedican sendos párrafos de sus discursos de posesión a manifestarse como los enemigos acérrimos de esa lacra que está consumiendo al país, que ve horrorizado cómo los dineros públicos llegan a manos de los delincuentes, sin que se vea una acción enérgica de fiscales y jueces.

Si Ospina y Roldán al cabo de los cuatro años de sus respectivos mandatos pueden decir que ni en el Valle ni en Cali se perdió un solo peso de las arcas oficiales, sus gobernados nos daríamos por bien servidos.

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