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No la tiene fácil

Hoy el discurso de Vargas es idéntico al de Uribe con la diferencia de que este no puede ser candidato y no me cabe en la cabeza que un hombre tan obcecado como Uribe vaya a arriesgarse a apoyar a Vargas como candidato para que de pronto le resulte más independiente que Santos: al perro no lo capan dos veces, pensará.

25 de octubre de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

Que Carpófono Guacaneme, un desconocido político de Nariño cometa la serie de equivocaciones que está haciendo Germán Vargas Lleras en su pretensión de llegar a la presidencia de la República, sería entendible. Pero que una persona de su trayectoria pública, en la que ha mostrado no solamente inteligencia sino capacidad administrativa, incurra en tantos errores o permita que unos segundones de su partido los cometan, es algo que lo puede dejar tendido en la lona.

No es propiamente Germán Vargas ejemplo de lealtad política. En su juventud militó en el Nuevo Liberalismo. Luego acompañó a Horacio Serpa y un buen día dejó plantados a los liberales y voló donde Uribe que ganó la presidencia en 2002. Cuando Uribe pretendió la frustrada segunda reelección, lo abandonó y al triunfar Juan Manuel Santos en 2010 fue nombrado ministro del Interior y de Justicia.

Al ponerse caliente la política por la ruptura de Uribe y Santos, Vargas se queda con este último y de premio recibe el más vistoso ministerio para su exaltación política: el de Vivienda, Agua e Infraestructura, que lo convirtió en actor de primera línea pues todos los días lo veíamos en televisión con casco de ingeniero, iniciando o inaugurando alguna obra de interés colectivo. Una carretera aquí, un acueducto allá, unas casas gratis acullá, en fin, una especie de papá Noel que iba y venía por toda la geografía patria haciendo obras pero también política en su favor. La chequera, así Santos dijera que era suya, la manejaba su Vicepresidente, que fue otro cargo que le obsequió el Primer Mandatario.

En los largos años que duró el trámite de paz con las Farc y que culminó, primero con el fracaso del plebiscito y luego con la oportuna maniobra en el Congreso, ni como ministro, ni como vicepresidente, Vargas se comprometió con el proceso. No decía ni mu. No ayudó en nada cuando más se necesitaba, como en la campaña del plebiscito, de la que no se dio por enterado, y cuando Santos y los amigos del Sí esperábamos consolidar el Acuerdo para poner fin a 53 años de guerra, no tuvo para Vargas ninguna trascendencia.

Ahora Vargas Lleras y sus acólitos la emprenden contra el proyecto de ley que implementa la Jurisdicción Especial para la Paz, sabiendo que sin ella todo lo logrado con las Farc se va al abismo, y es por lo menos infame salir a hacer causa común con Uribe luego de pertenecer por siete años a un Gobierno que se la jugó por la paz.

Hoy el discurso de Vargas es idéntico al de Uribe con la diferencia de que este no puede ser candidato y no me cabe en la cabeza que un hombre tan obcecado como Uribe vaya a arriesgarse a apoyar a Vargas como candidato para que de pronto le resulte más independiente que Santos: al perro no lo capan dos veces, pensará.

Además, no veo a Uribe diciéndoles a sus precandidatos: “Adiós muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos”, porque he resuelto echarme al hombro a Vargas Lleras, y si con él gano, algo les llegará a ustedes el 7 de agosto de 2018. Ni Holmes, ni Duque, ni Guerra, ni Paloma, ni Nieto van a dejar que el prefecto de disciplina del Centro Democrático les haga semejante trastada.

Así que todas estas movidas de Vargas le están resultando chuecas, y eso de abandonar su partido para irse por firmas es un gesto de desconfianza con Cambio Radical que puede costarle caro. Entonces, el nieto de Carlos Lleras Restrepo no la tiene fácil.

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