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Nada cambiará

“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, dice uno de los personajes de El Gatopardo,

6 de mayo de 2020 Por: Jorge Restrepo Potes

“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, dice uno de los personajes de El Gatopardo, la novela cumbre de Giuseppe di Lampedusa, llevada al cine en 1963, con magnífica interpretación de Burt Lancaster.

Acudo a esta frase lapidaria porque observo que muchos compatriotas ilusos están seguros de que esta peste cambiará para bien a Colombia, y no creo en ese vaticinio porque no hay riesgo de que el país vaya a ser diferente, luego de que se nos pase el terror de la pandemia, no solo porque el virus seguirá aquí, sino porque continuaremos idénticos a lo que éramos antes de que los chinos nos jodieran con su Covid-19, patentado por ellos.

Cuando todos volvamos a salir a las calles y retomemos nuestras actividades, en lo único que cambiará nuestra esquina oceánica es que todos seremos más pobres, y hasta los magnates de la alta finanza sentirán los estragos de una economía raquítica que tardará años en recomponer su aparato productivo.

El presidente Duque no saldrá más en las pantallas a contarnos cómo va su lucha contra el virus, y volverá a hacer lo que le indique su patrocinador, es decir, un régimen de exquisita derecha, que buscará a como se pueda que en 2022 un Nieto, o una Guerra, o una Cabal lleguen a la Casa de Nariño. Y Uribe acariciando sus propios defectos, que para su hueste son virtudes.

Los viejos partidos, el Conservador y el Liberal, continuarán siendo gobiernistas a ultranza, el primero por vocación histórica, y el que un día lejano fuera el mío, seguirá bajo el mando de César Gaviria, protestando independencia pero a la espera de las migajas del poder que les aviente Duque, en pago de los espurios votos que le dieron en 2018.

El Eln continuará su cantaleta de querer la paz pero que topa con un gobierno que no la desea, y que por ello seguirá en la lucha con sus ancianos comandantes dirigiéndola desde las soleadas playas de la isla antillana.

Los comandantes de las antiguas Farc seguirán contestando a lista en las cámaras legislativas, y denunciando inútilmente los crímenes contra los exguerrilleros que se acogieron al Proceso de Paz, pero cuyos muertos se cuentan por docenas.

Sin fútbol, sin espectáculos culturales, sin cines, porque a pesar de que el confinamiento se levante, todos tendremos pánico de ingresar a estadios o teatros por el terror de que haya por ahí un virus sobreviviente.

Y la corrupción rampante, firme. Los funcionarios públicos, con las excepciones que confirman la regla, seguirán entrando a saco en los presupuestos de municipios, departamentos y en los de las elevadas esferas ejecutivas. Es aberrante lo que se ha visto en estos días por el robo descarado de los auxilios a la población vulnerable, y ni se diga de la compra perversa de camionetas blindadas para la Presidencia de la República y las altas cortes. Todo ese horror seguirá igual.

Mi esperanza es que aparezca un científico como el escocés Alexander Fleming, que de un miserable hongo sacó la penicilina, que con tres pepazos manda al carajo el treponema pálido, causante de la sífilis, y con un pinchazo de Benzetacil 633 elimina el gota a gota del ‘mal francés’, que tanta angustia causaba a los muchachos de mi generación, que por pena de comprar en la botica la caja de ‘3 Cadetes’ eran infectados en las casas de amores alquilados.

Nada cambiará. Todo seguirá igual, pero con los presupuestos en rojo. Que Dios se apiade de nosotros y convierta a Manuel Elkin Patarroyo en el nuevo Alexander Fleming que le pegue en la torre al temible virus.

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