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Intención de voto

Si el domingo aparece un solo voto por Humberto de la Calle, candidato del Partido Liberal, ese voto será depositado por el autor de esta columna, por una razón que va más allá de cualquier consideración partidista,

23 de mayo de 2018 Por: Jorge Restrepo Potes

Si el domingo aparece un solo voto por Humberto de la Calle, candidato del Partido Liberal, ese voto será depositado por el autor de esta columna, por una razón que va más allá de cualquier consideración partidista, y es la de que es el mejor de los aspirantes, y, de lejos, el único que puede presentar credenciales de auténtico hombre de Estado.

Si los colombianos tuvieran un instante de sensatez serían millones los que imitaran mi intención de voto porque solamente De la Calle garantiza un gobierno presidido por un ciudadano que conoce, como el mejor, los fundamentos de la buena administración, sin hablar de la pulcritud con la que ha actuado en todos los aspectos de su tránsito en lo público y en lo privado.

Actor de primera línea en la reforma de la Constitución en 1991, quizás la única de las muchas expedidas que no fue resultado de una guerra civil, o de la imposición del vencedor sobre el vencido. Fue un pacto que logramos los colombianos para que tuviéramos una Carta que nos permita vivir como sociedad civilizada. De la Calle fue el más aplaudido en la sesión final de aquella Asamblea Constituyente.

Ministro de Gobierno, vicepresidente de la República, registrador del Estado Civil, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, embajador en importantes misiones diplomáticas, representante en la OEA, llegó por último a la posición más difícil e ingrata de su carrera: la de jefe del equipo que tuvo por mandato del presidente Santos tratar de lograr la paz con las Farc, el grupo guerrillero al que nadie pudo poner fuera de combate en 52 años de lucha ‘en las montañas de Colombia’, y que costó muchas víctimas, civiles, militares y alzados en armas, que murieron o fueron desplazados por ese conflicto que parecía eterno.

Gracias a la perseverancia de Juan Manuel Santos y al inteligente manejo que con paciencia increíble le dio Humberto de la Calle, como jefe de los negociadores oficiales, se puso término a ese conflicto, y ahí vamos avanzando en la implementación, a pesar de tener tantos “enemigos agazapados de la paz”, como dijo mi inolvidable Otto Morales Benítez.

Como esta no es una nación, sino una federación de regiones hostiles para las que nada importa en Barranquilla lo que pase en Mocoa, ni en Cúcuta lo que suceda en Buenaventura, y la tragedia de Hidroituango se considera un asunto privado que deben solucionar los paisas, sin importar que la generación de ese complejo aportaría el 17% de las necesidades del país en materia eléctrica. Desde luego que esta horrenda ruptura de la unidad nacional se debe en buena parte a la política de odio que ha irrigado Álvaro Uribe por toda la geografía patria, autor del precario triunfo del ‘No’ en el plebiscito, acuerdo que tuvo que salvarse en el Congreso, pero quedó herido de muerte, como sigue estándolo. Y De la Calle ha tenido que cargar sobre sus hombros todo el peso que el proceso de paz le ha costado a Santos, y, de paso, al jefe negociador.

Sin embargo, quienes tenemos un verdadero concepto de patria, reconocemos que hoy Colombia es un país mejor que el que dejó Uribe, gracias al tesón de Santos y a la tozudez de De la Calle.

Por eso, todos los que ansiamos un futuro menos incierto, sin las extremas de derecha y de izquierda, debemos votar por el centro que encarna Humberto de la Calle. Él es el hombre que necesitamos en la presidencia para que el país pueda reconciliarse. Lo demás es lanzarnos al abismo.

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