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Impunidad

Desde que me conozco, he escuchado y leído que en Colombia reina...

16 de junio de 2016 Por: Jorge Restrepo Potes

Desde que me conozco, he escuchado y leído que en Colombia reina completa impunidad, y que aquí ‘la justicia es para los de ruana’. Y resulta que quienes así se expresan afirman una dolorosa verdad y es la de que en este país, la justicia no sólo cojea sino que, al revés de lo que dice la manida frase, no llega, y cuando llega, llega tarde. Un profesor del Externado sostenía que justicia tardía no es justicia.Ahora las pieles de nuestros compatriotas, empezando por la sensible de un ilustre expresidente, están erizadas pues estiman que el acuerdo con las Farc en La Habana encierra entre sus líneas la más oprobiosa impunidad para esos delincuentes que llevan cincuenta y dos años cometiendo toda clase de crímenes, especialmente el más repudiado por todos, el abominable secuestro.Yo creo lo mismo. Que de La Habana vendrá un barco cargado con varias toneladas de impunidad, y que a esos sujetos se les aplicará una Justicia Transicional, en virtud de la cual pagarán un máximo de 8 años, no tras las rejas, sino en sitios campestres, señalados de común acuerdo, en la bucólica geografía criolla. Es una jartera, pero así va a ser.¿Por qué será así? Porque no hay otra manera de detener la guerra pues esos insurgentes no fueron derrotados en la larga lucha que sostuvieron con el Estado, y pasaron por la Casa de Nariño once presidentes, Uribe incluido, que pusieron todo su empeño en liquidar a las Farc. Esos intentos resultaron fallidos, reconociendo que Uribe le asestó golpes durísimos, continuados por Santos que, seguramente, fueron los determinantes para que aceptaran sentarse a negociar.Ese procedimiento de justicia ‘relativa’, término que me he inventado para evitar la transicional que no es fácil de entender, es parecido al que Álvaro Uribe practicó con su Ley de Justicia y Paz para negociar con los paramilitares, a los que tampoco pudo derrotar. A esos individuos, Mancuso y compañía, se les dio la oportunidad de acogerse a ese procedimiento moderadamente punitivo, ocho años de cárcel, a cambio de la entrega de las armas. Que después fueron extraditados los comandantes, es otra historia que ahora no viene al caso.Así que la rabieta de Uribe no resiste análisis, si le metemos dosis mínima de comparación de ambos acuerdos. Y es bueno recordar que el más agudo crítico de la negociación con las Farc ordenó, por sí y ante sí, la liberación incondicional de Rodrigo Granda, que había sido capturado en Venezuela y que hoy está de negociador en Cuba.Aquí ha habido siempre impunidad sin contraprestación de los bandidos. En ella están los asesinatos de Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán y Álvaro Gómez Hurtado. Los hijos de Luis Carlos Galán y demás víctimas de Pablo Escobar claman justicia, a pesar de saber que el gran capo fue determinador de esos crímenes.Entonces, aceptemos que el alto precio para cesar la hemorragia es tragar el sapo inmenso de convenir con ‘Timochenko’ un modelo de relativa impunidad a cambio del silencio de sus fusiles, para que las generaciones futuras alcancen a ver un país menos violento. Y que si los guerrilleros dejan las armas para hacer política, qué bueno, pues es mejor, como decía Darío Echandía, que echen paja en el Congreso y no bala en el monte.Ensayemos la paz con las Farc, y de pronto con el ELN. Si resulta, bienvenida. Si fracasa, que se escuche el grito con acento paisa: “¡Eh, Ave María, se los dije, partida de pendejos!”.

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