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Frank Sinatra

Si usted es aficionado al fútbol, y si tiene la suerte -y...

24 de marzo de 2016 Por: Jorge Restrepo Potes

Si usted es aficionado al fútbol, y si tiene la suerte -y la longevidad- de haber tenido uso de razón balompédica en 1950, necesariamente debe saber que el 16 de julio de ese año se jugó en Río de Janeiro la final del campeonato mundial celebrado en Brasil. De pronto no sabe usted, o lo olvidó, que el equipo local saltó a la cancha con el trofeo en el armario pues con el empate se lo llevaba. Todo el país estaba seguro del triunfo de la escuadra verdeamarilla. Para tranquilidad de la hinchada, Friaca hizo el primer gol para Brasil, y así se fue al descanso. Al reiniciar el encuentro sucede lo increíble: Uruguay, que era el equipo rival, anota un gol que hizo Juan Alberto Schiaffino y a punto de terminar el tiempo reglamentario Alcides Ghiggia marca el tanto de la victoria. Hubo gente infartada y a Moacir Barbosa, arquero brasileño, se le acabó la vida pues sus compatriotas lo odiaron por no haber atajado el segundo gol uruguayo.Pero mi cuento va por otro lado. Aquella final se jugó en el estadio Maracaná, que colmó el aforo de 200.000 espectadores, de hecho el escenario de fútbol más grande del mundo, que solo se llenó esa tarde trágica y el día que allí cantó Frank Sinatra. Hoy Maracaná solo alberga a 100.000 personas.Frank Sinatra nació en Hoboken, New Jersey, en diciembre de 1915, por lo que hace poco se conmemoró su centenario de presencia en el mundo. Fue el más grande cantante de su época, que empezó muy joven en las consagradas bandas de Harry James y Tommy Dorsey, de las que se retiró ya conocido en todo Estados Unidos para convertirse en solista, alcanzando fama mundial e inmensa fortuna pues sus grabaciones se vendían por millones. Aún los que no dominamos el inglés, comprábamos sus discos y como tenía fraseo único, entendíamos lo que decía en ‘Strangers in the night’, ‘New York, New York’ y ‘My way’. Sobra decir que las mujeres enloquecían por él, al punto de compartir lecho con las más bellas estrellas del cine como Ava Gardner y Mia Farrow.Pero quiero aprovechar este espacio para referirme a Frank Sinatra como actor de cine, en el que destacó como artista de elevado coturno. Inició con una de aquellas inolvidables y preciosas películas musicales del sello Metro, ‘Leven anclas’, al lado de Gene Kelly, y después vinieron cintas de contenido dramático como ‘De aquí a la eternidad’, que le valió un Óscar como actor de reparto, y esa joya dirigida por Otto Preminger ‘El hombre del brazo de oro’, en la que interpreta a un drogadicto y comparte créditos con la deslumbrante Kim Novak.No hubo papel que no interpretara pues lo vi de detective, de vaquero del Oeste, de jefe de banda asaltante de casino en Las Vegas, en fin, recorrió todo lo que había para hacer con éxito en los estudios de Hollywood. Con Bing Crosby y la que se convertiría en princesa de Mónaco, Grace Kelly, filmó ‘Alta sociedad’.En los descansos que le ofrecían los estudios cinematográficos montaba con Dean Martin y Sammy Davis Jr., los espectaculares ‘shows’ musicales en Las Vegas, lo que se llamó el ‘Rat pack’.Sinatra murió el 14 de mayo de 1998, pero sigue vivo porque su imagen con sus ojos de un azul intenso y su voz que jamás cambió con el paso de los años, puede apreciarse en YouTube. Con frecuencia hago ‘click’ y allí sale ‘La voz’, como se le conoció siempre, por ser única e inimitable. No habrá otro como él.

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