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El tramo final

Juan Manuel Santos completó 7 años de gobierno el pasado lunes y apareció en la televisión unos días antes informando a la Nación sobre su gestión en el tiempo que ha ocupado la Casa de Nariño.

9 de agosto de 2017 Por: Jorge Restrepo Potes

Juan Manuel Santos completó 7 años de gobierno el pasado lunes y apareció en la televisión unos días antes informando a la Nación sobre su gestión en el tiempo que ha ocupado la Casa de Nariño. Lo vi envejecido -como todos los que se echan sobre sus hombros la responsabilidad de dirigir un país- y le noté la decepción que siente al advertir que sus compatriotas estiman su desempeño con solamente 27% de favorabilidad.

Pero el Presidente tiene su conciencia tranquila pues deja a los colombianos un país con menos violencia al haber logrado negociar con las Farc el Acuerdo de Paz, que, sin ser perfecto, saca del conflicto al más férreo actor, porque ese grupo guerrillero se consideraba imbatible luego de más de 50 años de resistir el acoso de sucesivos gobiernos.
Desde que las Farc surgieron en el escenario de la violencia en 1964, no hubo gobernante -Valencia, Lleras Restrepo, Misael Pastrana, López, Turbay, Betancur, Barco, Gaviria, Samper, Andrés Pastrana y Uribe- que no pusiera todo su empeño en liquidar a esa agrupación alzada en armas contra el Estado. Ninguno pudo, pues no resultaba fácil eliminar radicalmente una guerrilla en una geografía tan difícil como la nuestra. No pudo Estados Unidos con los ‘micos’ vietnamitas que obligaron al imperio a sentarse en París durante 5 años a negociar la terminación de esa atroz conflagración, que costó la vida de 50.000 mil soldados gringos.

Aquí no sirvieron ni la mano suave de Andrés Pastrana, con su fallido Caguán, ni la dura de Uribe, que si bien le asestó severos golpes, no fue capaz de sacarla de combate, y el 7 de Agosto de 2010 estaban las Farc con más de la mitad del país rural bajo su sanguinaria bota pantanera.
El día de su posesión, Santos dijo que tenía la llave de la paz en el bolsillo y que no la iba a tirar al mar. Álvaro Uribe que asistía a la trasmisión del mando se retorcía en su silla, y desde ese instante inició una oposición como jamás se ha visto en el acaecer político nacional. No ha habido -Laureano Gómez incluido- un opositor más terrible que Uribe, que ha saltado todos los límites éticos con ese propósito.

“A mí no me vengan”, como decimos los tulueños cuando estamos ante cualquier circunstancia que genere duda razonable, que Álvaro Uribe, hoy por hoy, esté pensando en los altos intereses de la patria en su actividad política: ni en la salud, ni en el empleo, ni en el medio ambiente, ni en el desarrollo económico. En lo que sí está pensando es en el cobro de la factura a Santos por lo que considera traición al no haberse convertido este en marioneta suya al llegar al poder.
Lo increíble es que eso mismo piensan los seguidores de Uribe. Ninguno habla del método para solucionar los problemas de Colombia. Todos a una tienen un sólo objetivo: joder a Santos.

A esos obcecados habría que decirles que no se desgasten más en esa lucha estéril, que es la que no se le perdona al hombre, de acuerdo con el filósofo. El actual presidente saldrá para su casa el 7 de Agosto de 2018 y si es “el que diga Uribe” quien asuma el mando para hacer lo que diga Uribe pues, por favor, tómense dosis doble de la valeriana que recomienda Humberto de la Calle y soporten a Santos estos doce meses mientras llegamos al paraíso uribista, en el que todo será “luz, y aromas, y armonía”, como soñaba el poeta Ismael Enrique Arciniegas.

Como colombiano, agradezco a Santos lo que ha hecho por mi país.

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